Culturas

¿Cuánto vale un triceratops?

YO TAMPOCO ENTIENDO NADA// CAMILO JOSÉ CELA CONDE

Eso es, ¿cuánto cuesta? A la hora de dar una cifra concreta podríamos quedarnos con la de 9,95 dólares USA, que es lo que piden por un cartel de ese dinosaurio en una tienda de posters educativos de San Francisco situada en la calle de Valencia, por cierto. Pero se trata de una lámina, claro. Por una maqueta de tamaño modesto, realizada en resina sintética, piden cosa de diez veces más en The 3rd Studio, empresa con venta exclusiva a través de Internet.
Si no se conforma usted con réplicas, está de enhorabuena. La casa de subastas Christie’s ha anunciado —y no sé si realizado ya— la venta en almoneda pública de un esqueleto completo de triceratops, el gigante hervíboro con cara de tres cuernos, que eso es lo que significa su nombre, aparecido y extinguido en el Cretácico.

Pero, insisto, ¿cuánto vale?

Desde la época de Adam Smith se sabe que el precio lo fija de manera digamos automática, siempre que no haya intrigas procedentes de un señor poderoso de la política preparándose la jubilación dorada, el mercado libre. Para eso, claro es, tiene que haber mercado: una multitud de personas que venden y otra, por lo general mayor aún, que está dispuesta a comprar. Pero, ¿fósiles de dinosaurios, y por añadidura su esqueleto entero? Ni abundan los coleccionistas, ni hay tantos ejemplares como para que quepa hablar de mercado en un sentido estricto de la palabra.

No se escaquee: ¿cuánto?
Las subastas no fijan, por supuesto, el precio de venta sino el de salida, aunque las casas serias suelen hacer una estimación. El precio de compraventa del triceratops de Christie’s se cifraba en alrededor de medio millón de euros. Lo difícil ahora es saber si se trata de un valor ajustado, de un timo o de una ganga. Si se vendiesen muchos triceratops completos a lo largo del año cabría hacer un cálculo. Con uno solo...
Cuestión de capricho, claro es. Los triceratops eran lo bastante grandes como para que pueda uno colocar el fósil en la estantería o encima de la mesa camilla, y ni siquiera en medio del salón. ¿Quién será, pues, el cliente interesado en llevárselo? Los museos, por supuesto. Las instituciones científicas. Los especuladores. Los muy millonarios y caprichosos. Es lo que tiene el mercado: a la hora de las transacciones no exige otra cosa que dinero. No pide ni certificado de salud mental, ni origen de los fondos. Y es una lástima. Porque el verdadero precio para todo particular que vendiera o comprase un triceratops en el mercado debería ser el de la cárcel, sin más.

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