Culturas

Ja, ja, ja

¿SOY YO O ES LA GENTE?// ANTONIO OREJUDO

Eduardo Mendoza y Fernando Savater conversaban en el Babelia del sábado pasado sobre el humor en la literatura, y se quejaban del poco prestigio que la risa tiene en la tradición española. El fenómeno es todavía más sorprendente en un país que ha hecho del Quijote el primer libro de la modernidad. Lo que pasa es que en España la risa que gusta es la risa disecada. La risa fresca y actual, la risa viva, disuelve la superchería y por eso da mucho miedo.

Ja
Vengo de ser jurado en uno de los pocos premios de literatura de humor que hay en España, el Jara Carrillo, convocado por el Ayuntamiento de Alcantarilla. He leído los manuscritos selecciones y me han sorprendido dos cosas, una en la modalidad de relatos y otra en la de poesía. La primera: que la mayoría de los relatos confundían el humor con lo chistoso, cuando en realidad tienen poco que ver. La segunda: el altísimo nivel de la poesía humorística, pese a estar aún más desprestigiada que la prosa. ¡Con el torrente de poemas provocantes a risa que se han escrito en España desde la Edad Media! Da igual, los mediocres sacerdotes de la literatura trascendente (sea lo que sea eso) nos han secuestrado el gusto y han prohibido reírse en clase.

Ja
El único consejo que Francisco Umbral daba a los jóvenes escritores era que no sonriesen en la foto de la solapa. La gente lo perdona todo, salvo la felicidad del escritor. A la gente le gusta que los escritores padezcan y vivan atormentados por el dolor de la creación. Cómo queremos que los chicos lean, si aquí la literatura se sigue asociando al sufrimiento. Sufrimiento a la hora de escribir y sufrimiento a la hora de leer. Porque diga lo que diga, a la gente no le gusta reírse con los libros. Lo que le gusta es verse a sí misma desde el exterior disfrutando con un ladrillo. A la gente le gusta pensar: "Hay que ver lo coñazo que es este libro y la cantidad de páginas que llevo. Para mí, que se me puede considerar culto". A la gente lo que le gusta es amortizar la universidad. Ser capaz de consumir productos que no se traga todo el mundo. ¿De qué nos sirve ser universitarios si luego nos lo pasamos bien con lo que se lo pasa bien todo el mundo?

Ja
Este resorte psicológico, tan español, es lo único que se me ocurre para explicar el prestigio literario de ciertos escritores convertidos en guardianes de la solemnidad. "¿Por qué habéis destruido el libro de Aristóteles sobre la risa?", le pregunta Guillermo de Baskerville a Malaquías de Hildesheim, el bibliotecario ciego de El nombre de la rosa. Porque la risa disuelve el miedo. Y el miedo es el arma de los poderosos.

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