Punto de Fisión

Berlusconi, vuelve el hombre

Silvio Berlusconi es la cara de Bélmez más resistente de la política europea. Da igual que la froten con una bayeta judicial, que le hagan un implante de césped o que la aplasten con una réplica del Duomo: la cara de Bélmez siempre vuelve, más sonriente aun si cabe. Si un meteorito cayera de repente y borrara a la raza humana de la faz de la Tierra, Berlusconi aparecería tosiendo entre los escombros y se pondría de inmediato a la tarea de repoblar la especie con lo primero que encontrara a mano. De eso estamos seguros, ya que una vez las cámaras lo sorprendieron valorando con mirada experta el culo de Angela Merkel. Podrán acusarle de lo que quieran excepto de metrosexual y de tomar viagra.

En las noches del Palazzo Gighi, durante los mandatos del Cavaliere, corrían a la par el champán y las bragas en una bacanal perenne que era algo así como la continuación del Imperio Romano por otros medios. El bunga-bunga lo llamaban, y a su lado el Bada Bing –el célebre club de estriptís de la familia Soprano, con su licorería, su barra, sus mafiosos de gala y sus putas despampanantes– parecía un cementerio. Lo cierto es que Berlusconi le dio a la política italiana, tantas décadas oscurecida por la sordidez de tipos siniestros y taciturnos como Andreotti, un fulgor inédito desde los tiempos en que Calígula nombró cónsul a su caballo. Aquellos años hasta la mafia y la camorra se eclipsaron; apenas si aparecían en las portadas, molestos por la competencia estatal.

Ahora a Berlusconi se le amontonan tantas causas pendientes que podría colapsar él solo la justicia italiana. Desde el abuso de poder a la prostitución de menores, il Cavaliere ha ido barajando un montón de acusaciones, aunque a un hombre que ha fundado Telecinco ya casi no se le puede acusar de nada más. Pero Berlusconi se resiste porque sabe darle a la gente lo que le gusta, o sea, más Berlusconi. Con él la democracia espectáculo ha entrado en la era de la pantalla plana: un continuo bucle de impudicia y rapacidad donde la ideología se viste de Mama Chicho. Mientras otros líderes anquilosados perdían el tiempo buscando su nicho electoral, él se dedicaba a reclutar público. Es un político de ficción hasta tal punto que cuesta creer que no haya salido de una televisión, entre Jota Erre y Falconetti.

No es que ahora vuelva: es que nunca se fue. Con esa cara de Bélmez no pueden ni juezas marimacho ni feministas progres ("todas feas" según il Cavaliere, un caballero al estilo Arturo Fernández). Lo único que podría desmoronarlo es la vejez, pero para eso Berlusconi ha entrado en el quirófano y se ha estirado tanto la jeta que el día que sonría de más se le saltan los dientes. Con el pellejo sobrante se podría hacer otro Silvio, si es que no lo han hecho ya y es el muñeco articulado el que se mofa de la justicia mientras el Silvio donante se toma un campari a la salud de Italia.

 

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