Punto de Fisión

El portal transparente

Lo último en decoración navideña oficial (aparte del exorcismo brutal a una niña y de las violaciones eclesiásticas de niños) es un portal de metacrilato que se acaba de inaugurar al módico precio de trescientos mil euros. Antes el portal de Belén llevaba una burra, una vaca, un trío familiar disfuncional, una estrella, un ángel, un pueblo de pastorcillos agradecidos y tres reyes magos. Ahora, de momento, reyes magos sólo hay dos, uno saliente y otro en funciones, pero en este portal no aparecen montados en camellos y trajeados con abrigos a lo Elvis Presley, sino que todo ha sido reducido a cifras, como en Matrix.

La idea del metacrilato va por la transparencia, aunque muy transparente el portal no lo parece. El curioso impertinente puede enterarse de datos tan acuciantes como los sueldos de los ministros, generales, altos funcionarios, magistrados y otras eminencias. Los sobresueldos, en cambio, no salen. Los dineros negros tampoco. Yo he tecleado "financiación ilegal del PP" y la pantalla se ha bloqueado. He tecleado "presupuesto del edificio de Génova" y me ha salido un enlace al puerto italiano, otro a la biografía de Cristóbal Colón y otro a la canción de Marco. He tecleado "Suiza" y me han salido varias oficinas consulares, currículos personales, relaciones de bienes inmuebles y una tableta de chocolate. He tecleado "Bárcenas" y me ha salido un campo de tiro del ejército.

Con transparencia el gobierno no se refiere exactamente a la cualidad de ver a través de, sino a esa variedad de la moda femenina que deja adivinar el sostén y las bragas. En las primeras horas posteriores a su inauguración, el portal se colapsó porque cientos de españoles calentorros teclearon a la vez "Cospedal" esperando ver la obscenidad de los negocios de basuras en Toledo o el tráfico de influencias en la Sanidad de Castilla-La Mancha. Nada, se encontraron con una mantilla, que es a lo máximo que llegan las chicas del PP en lencería fina desde aquella célebre foto de Soraya presumiendo de rodillas. Si a algún insensato se le ocurriera, no sé, preguntar por si algún millonario se acogió a la amnistía fiscal de Montoro, qué impuestos tributa la iglesia católica o los gastos de viajes de la Casa Real, puede solicitarlos a través de un formulario en el que quien va a quedar translúcido y retratado es el insensato.

La transparencia parece una empresa divertida al principio pero al final es un mal negocio. Había una vieja película de Roger Corman, El hombre con rayos X en los ojos, en la que, como indica su título, un hombre se beneficiaba de la capacidad de ver a través de los objetos. La cosa empezaba muy bien para él porque con la vista atravesaba muros y el hombre disfrutaba de los jaleos y trifulcas familiares al otro lado de los tabiques. Se iba a una fiesta, se quitaba las gafas de sol y descubría a las jóvenes en ropa interior bailando para su deleite. Luego, en lugar de quedarse en las tetas, los rayos X atravesaban la piel y el hombre descubría el subsuelo de la carne, la autopista blanca de los huesos, el centrifugado grosero de las digestiones. Al final terminaba de adivino en una feria de circo, atisbando aneurismas y tumores en el caleidoscopio abigarrrado de la sangre. El mundo entero se le convertía en una llamarada de luz que le atravesaba los párpados y tenía que arrancarse los ojos. Es el precio que hay que pagar por el conocimiento absoluto, cuando tecleemos el importe de aeropuertos chorras, puentes inútiles, diputaciones provinciales, viajes de placer, y descubramos el cáncer terminal que hemos estado financiando todos estos años.

 

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