Punto de Fisión

Homerfobia en modo Vox

Uno de los flamantes diputados de Vox y uno de los ejemplos más curiosos de la formación es Ignacio Garriga Vaz de Conciao, odontólogo de padre catalán y madre guineana. A pesar de tales antecedentes, el hombre asegura que nunca ha tenido el menor problema en la formación. No obstante, es fácil imaginarse las reuniones con Garriga al modo de aquella cena que contaba en sus memorias José Luis de Villalonga, donde varios industriales españoles departían amablemente con un colega norteamericano al que uno de ellos palmeaba la espalda en señal de camaradería: "¿Ve? Aquí estamos sentados los cinco sin ningún problema y no nos importa para nada que usted sea negro".

Homerfobia en modo Vox

Parece que el partido de Abascal ha hecho grandes esfuerzos de integración desde que el portavoz parlamentario y diputado autonómico en Andalucía, Francisco Serrano, escribiera aquello de que entre las mujeres de ultraizquierda, piojosas todas ellas, abundan, las que se proclaman putas, brujas y bolleras. Esta amplitud de miras les llevó a prescindir de un candidato negacionista del Holocausto y de otro detenido por abusos a menores discapacitados. "Si Vox fuera racista o tuviera algo contra los extranjeros" afirma Garriga, "yo no podría estar aquí". Pero siempre caben dudas y (del mismo modo que esos escuadrones de caballería con un explorador indio al frente sabían que el explorador indio era de fiar porque cabalgaba con varias cabelleras de primos suyos a un costado) Garriga se ha hecho merecedor de un puesto en las filas de la ultraderecha gracias a una recomendación médica en la que asegura que los transexuales requieren tratamiento psiquiátrico. Para no estar de acuerdo: como que lo asegura un experto en muelas del juicio.

La homofobia rampante quedó maravillosamente expresada en el twitter de Vox mediante un mensaje -falta ortográfica incluida- en el que se identificaban con Aragorn espada en mano a punto de enfrentarse a una manada de orcos representados por símbolos feministas, comunistas, anarquistas, banderas republicanas y esteladas. Aparte del candor que supone adoptar como representante a un actor -Viggo Mortensen- que se declaró en su día partidario de la independencia de Cataluña, quizá lo más señalado de esa obra maestra de la idiotez gráfica haya sido la trayectoria de un pequeño fantasmita con los colores de la bandera arcoiris que de inmediato ha sido adoptado por la comunidad LGTB como un nuevo icono gay: "Gaysper".

La anécdota evoca el giro brutal de Homerfobia, ese fabuloso capítulo de Los Simpson en el que Homer lleva a su hijo a una siderúrgica para que aprenda a hacerse un hombre y descubre que allí todos los trabajadores, forzudos y bigotudos, son gays. Antes ha visitado una tienda de antigüedades donde simpatiza con el dueño (que resulta ser el director John Waters) y lo invita a su casa. Allí Marge le advierte que John prefiere la compañía de los hombres y Homer, ya en modo Vox, responde: "¿Y quién no?" Cuando se entera de que, en realidad, John es homosexual, Homer, horrorizado, entra en cólera y dice que los homosexuales son una vergüenza, que arruinan la imagen de la marina y que ya ni siquiera pueden burlarse de ellos porque han adoptado las expresiones ("marica", "loca", "sarasa") que antes se usaban como insulto. Por supuesto, cualquier parecido entre Homer y los homófobos de Vox es pura coincidencia, excepto en el hecho de que viven en dos dimensiones.

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