De lunes

Calzoncillos y sujetadores para el curso

¿Sabían ustedes que el año pasado nos gastamos 187 millones de euros en la compra de 44 millones de trajes de baño? ¿Y qué las ventas en artículos de lencería -sí, ya saben, camisones,
picardías, bragas, calzoncillos, ligueros- sumaron 674 millones de euros? ¿A qué tampoco imaginaban que el gasto en corsetería -mejor pensemos en sujetadores que en fajas- ascendió
a 77 millones de euros?
Pues sí, es cierto. Perdidas entre los merecidos titulares de una reforma constitucional precipitada e impuesta por los poderes económicos; acogotadas por los sobrios editoriales
sobre la campaña electoral que nos espera hasta el 20-N; ignoradas por el dolor que producen cada días los datos sobre los casi cinco millones de parados y los anuncios catastróficos de

que esto no se arregla ni aquí, ni en la UE -la decadencia de Europa da para ríos de tinta justificadamente- una se encuentra con las cifras de ventas de ropa interior y baño, que crecieron el año pasado los 1.101 millones de euros. Por fin, una oleada de alivio recorre el
cuerpo ante esos números.¡Queda gente normal!

Gente que harta de no saber cuando habrá luz al final del túnel, se apunta al carpe diem. Si el fin del mundo se acerca; si nos vamos a quedar sin trabajo, sin dinero y debajo de un puente,
arrasados por las masas neofascitas que asoman por Europa, por lo menos que nos pille con un calzoncillo nuevo y un sujetador alegre. La historia es conocida. Si en las crisis económicas y
durante las guerras se vendían más pintalabios ¿por qué no se va a vender ahora lencería fina, aunque sea de imitación? Corro a renovar la ropa interior en un todo a 100 para empezar este curso. constitución

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