Dentro del laberinto

Brujas de viaje

Ha terminado el fin de semana de muertos y brujas, pero andar, andan sueltas. No las brujas amables, de verruga en la barbilla, o las sensuales brujitas con las que fantasean los adolescentes, sino esas fuerzas negativas terribles, demoledoras, que acabaron con Macbeth, la representación del horror y lo maldito. Han muerto tres mujeres este fin de semana, las tres acuchilladas. Dos en Abarán, en Murcia, una señora de 75 años y su cuidadora; como tantas otras veces, el asesino ha fallado en su intento de suicidio. Había mantenido una relación con la mayor de las mujeres.

La otra, una niña de 14 años. Dos detenidos, adolescentes también. Uno de ellos se ha declarado culpable; al parecer, el asesinato y el degollamiento se deben al rechazo a iniciar una relación que le mostraba la niña.

Dos casos de hombres que no han aceptado un no de una mujer. No, no te quiero. No, no quiero. No, no lo hago. Durante siglos, la virtud de las mujeres radicaba, precisamente, en decir siempre no de solteras y siempre sí de casadas. Como si pertenecieran a otra tribu, el lenguaje de las mujeres se interpretaba a capricho de los hombres: su manera de hablar se plagaba de tópicos. No sabían guardar un secreto. Eran las reinas del cotilleo. Su opinión era dictada por confesores o maridos. Sólo hablaban para hacer daño, o para perder el tiempo. Brujas, malas, poco fiables, irresistibles, manipuladoras...
Ahora es tarde para saber en qué otros aspectos de su vida los asesinos no aceptaban que los contradijeran. Quizás en ninguno, quizás consideraban que la autoridad se defendía a gritos, y el respeto se conseguía con la violencia. Más posiblemente fueran cobardes, se sintieran humillados cada vez que no se salían con la suya. Que tuvieran una conciencia clasista de la vida, que consideraran que esa, esa mujer, estaba claramente en un nivel inferior, que, por lo tanto, como él no podía tampoco rebelarse contra los superiores, tampoco podía ella. Desechos, malvados, demonios.

Más Noticias