Dominio público

La deuda de los medios con el pueblo palestino

Virginia P. Alonso

Directora de Público

Palestinos caminan por la carretera costera de Al-Rashid tras cruzar del norte al sur de Gaza.-EFE/EPA/MOHAMMED SABER
Palestinos caminan por la carretera costera de Al-Rashid tras cruzar del norte al sur de Gaza.-EFE/EPA/MOHAMMED SABER

Este artículo es una adaptación de la intervención de Virginia P. Alonso en la jornada 'Palestina: el derecho a existir', junto a la ministra Sira Rego; la relatora especial de la ONU sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos, Francesca Albanese; y el eurodiputado de The Left Manu Pineda, que organizó el acto celebrado el 18 de enero en Madrid.

La cobertura occidental de la masacre de Israel en Gaza está atravesada básicamente por tres factores: un componente racista e islamófobo, la falta de perspectiva histórica y el apoyo de EEUU a Israel y la predominancia de esta perspectiva en la prensa anglosajona.

Estos tres factores están, además, conectados entre ellos.

Para empezar, los casi 25.000 palestinos asesinados por Israel, entre ellos 10.000 niños, no son blancos. Es duro de decir, pero es así de crudo.


En nuestro mundo occidental, cualquier cosa que suene a islam o a árabe es sospechoso de terrorismo. Es una de las consecuencias de la reacción estadounidense al atentado contra las Torres Gemelas de 2001.

Recordemos que EEUU en primer lugar, pero también la UE, incluyendo a España, han promovido leyes antiterroristas desde entonces. En el caso del primero, para justificar su injerencia en otros países; en el caso europeo esas leyes han sido la excusa perfecta para pasar por encima de algunos derechos, como la propia libertad de expresión.

La manifestación más reciente de estas consecuencias la vemos en los partidos de extrema derecha y en su utilización del miedo a lo diferente, a lo extranjero, a los inmigrantes, especialmente a los procedentes de países árabes. La criminalización de estas personas está a la orden del día; esta misma semana Ayuso volvió a hacer un peligroso alarde en esta línea.


La espiral racista y el discurso de la extrema derecha acaban por impregnarlo todo, también los medios de comunicación occidentales, que han utilizado una retórica deshumanizante como vehículo para justificar la limpieza étnica de los palestinos.

En el caso del genocidio de los palestinos por Israel, esto se traduce en "dobles raseros, inexactitudes y falacias" en el ecosistema periodístico.

Esto último no lo digo yo, sino más de 750 periodistas de diversos medios, incluidos el Washington Post, Los Angeles Times, The Guardian o Reuters, que en noviembre firmaron una carta cuestionando la forma en la que los periodistas occidentales cubren el ataque de Israel a Gaza.


Dentro de esta deshumanización, es destacable la explotación del sufrimiento de menores y mujeres gazatíes y la invisibilización del duelo por los asesinatos de hombres palestinos en contraposición con la exposición que sí se da a los asesinatos de hombres israelíes.

Los prejuicios que llevan a considerar poco fiables las perspectivas árabes y musulmanas en este conflicto provocan un desequilibrio discursivo evidente en favor de los intereses israelíes. El resultado de todo esto es, por ejemplo, centrar el foco en el ataque de Hamás contra Israel del 7 de octubre y quitarlo del resto.

A partir de ahí, el grueso de medios occidentales (y no pocos políticos) 'compran' sin fisuras cualquier información difundida por Israel, aunque sea falsa, y justifican los ataques de Netanyahu contra Palestina haciendo seguidismo del discurso de EEUU y argumentando su derecho a la defensa.


En el mismo momento en el que dejan de analizar la masacre israelí en Gaza como tal, hacen una clara dejación de sus funciones como medios y como periodistas.

  • Sobre todo en los inicios del ataque de Israel contra Gaza, se han regodeado en las historias de los 1.200 asesinados por Hamás en Israel, pero se han omitido las historias personales de los gazatíes masacrados.
  • Cuando hacen referencia a las matanzas perpetradas por Israel, usan en muchas ocasiones el término "guerra contra el terrorismo", como si en Gaza solo vivieran terroristas. Esto por no hablar de que la denominación de Hamás como grupo terrorista también sería cuestionable.
  • En televisiones y radios, se exige a quienes hablan de genocidio o de limpieza étnica que condenen antes los crímenes de Hamás.
  • Se ponen en cuestión las cifras de palestinos asesinados argumentando que son datos manejados por Hamás, aunque las cifras estén avaladas por la ONU y por organizaciones humanitarias.
  • Las enormes manifestaciones en apoyo al pueblo palestino que han tenido lugar en numerosos países han sido silenciadas y omitidas por un buen número de medios de comunicación.
  • He llegado a leer que el ejército israelí es "el más feminista", por el número de mujeres que lo integran.

Es así como se acaba construyendo un lenguaje cómplice con el genocidio. En este sentido, la mencionada carta firmada por 750 periodistas llama a "utilizar términos precisos, que estén bien definidos por las organizaciones internacionales de derechos humanos". Términos como "apartheid", "limpieza étnica", "genocidio" o "crímenes de guerra".

Y afirma: "Distorsionar nuestras palabras para ocultar pruebas de crímenes de guerra o de la opresión de los palestinos por parte de Israel es una negligencia periodística y una abdicación de la claridad moral".


Pero ¿cómo se llega a esto? ¿Cómo llegan los medios a perder la perspectiva de esta manera?

Siempre me gusta recordar lo que me dijo un directivo de un medio en 2015, cuando el éxodo de refugiados a Europa desde Siria, Afganistán e Irak. Yo insistía en la relevancia de cubrir aquellos hechos con una perspectiva de derechos humanos y su respuesta fue que los derechos humanos son una cosa de rojos y de izquierdas.

Esta respuesta incalificable podría explicar por qué suceden algunas cosas en los medios españoles, pero no en otros países occidentales, donde, de momento al menos, la defensa de los derechos humanos sigue siendo algo despojado de ideología.

Para entender cómo hemos llegado hasta aquí es importante recordar que esta dejación de funciones del periodismo occidental no ocurre solo desde octubre.

Los ataques de Israel contra Palestina se suceden periódicamente desde hace años, Gaza es lo más parecido a una prisión para los refugiados de la Palestina histórica (La cárcel más grande de la tierra, tituló uno de sus libros Ilian Pappé) y la ocupación de Israel es ilegal según el derecho internacional.

Y todo esto ha sucedido y sucede en medio de una equidistancia mediática que llama la atención, pero que en los últimos meses ha pasado a ser clamorosa. Es el contexto que se suele obviar cuando los medios abordan este conflicto.

El ejército israelí bombardea cada dos por tres a la población civil palestina porque hacerlo es parte de su proceso de ocupación, expolio y robo de tierras para que estas estén ocupadas solo por judíos; es decir, masacrar a los ciudadanos de Gaza y Cisjordania forma parte del plan de limpieza étnica de Israel.

Y a pesar de todo sigue recibiendo el apoyo incondicional de la comunidad internacional. ¿Cómo se explica esto?

Porque, en paralelo, Israel ha articulado una estrategia de marketing para presentarse ante el mundo como la única democracia de Oriente Medio —

estrategia respaldada por EEUU—, al tiempo que se aseguraba su papel como potencia geoestratégica y económica construyendo un emporio tecnológico y a través del comercio de armas y de material de defensa y espionaje con no pocos países occidentales.

Sin ir más lejos, es uno de los principales vendedores y compradores de sistemas de defensa a España.

El interés de EEUU en Oriente Medio es muy concreto y ha marcado tanto sus políticas con esta región como su apoyo a Israel. Su temor es que una potencia rica en petróleo se acabe convirtiendo en hegemónica en la zona. Por su parte, para Israel es fundamental la protección de EEUU, dadas sus relaciones hostiles con vecinos como Irán, Siria y Líbano.

Llegados a este punto, es relevante recordar que cinco multinacionales estadounidenses controlan el 70% del mercado mundial de la comunicación: The Walt Disney, Warner Bros. Discovery, Comcast, Paramount Global y Fox Corporation. Son propietarias de unos 1.500 periódicos, 1.100 revistas, 2.400 editoriales, 9.000 radios y 1.500 cadenas de televisión y plataformas de streamings.

Aunque haya medios que no pertenezcan a estos conglomerados, es inevitable que marquen la agenda global informativa, dado que sus contenidos se reproducen en todos los puntos del planeta.

Un análisis de las estructuras accionariales de estos gigantes ayuda a entender algunos porqués de la justificación de las guerras. BlackRock es propietario de entre el 10% y el 20% de las acciones de Fox News, Comcast y Disney. En España tiene acciones en grupos como Atresmedia o el Grupo Prisa.

¿Pero qué es BlackRock?

BlackRock es un fondo de inversión que ya es la mayor empresa de gestión de activos del mundo. Sus cifras no tienen comparación con absolutamente ninguna otra entidad. En España está a punto de entrar en Naturgy y una vez lo haga, tendrá participación indirecta en 20 de las 35 empresas del Ibex.

Pues bien, BlackRock está también en el accionariado de las compañías armamentísticas líderes del planeta, que por supuesto tienen sede en EEUU (Lockheed Martin, RTX, Northrop Grumman, Boeing y General Dynamics tienen entre sus accionistas a los fondos BlackRock o Vanguard).

Con este dato ya parece menos casual que, según un artículo de The Lever, "en las últimas semanas, MSNBC, NBC, CNN y Fox News hayan invitado regularmente a exfuncionarios de defensa convertidos en consultores de la industria para que expliquen el conflicto entre Israel y Palestina sin mencionar nunca a los espectadores que estos analistas pueden representar a clientes con intereses financieros en los asuntos que se están discutiendo".

Este es solo un ejemplo de las conexiones entre gigantes mediáticos y empresas armamentísticas que explicaría su interés en mantener guerras activas. Pero hay muchos más.

No quiero terminar sin rendir un homenaje a los periodistas palestinos que siguen trabajando en Gaza y a aquellos que se han dejado la vida cubriendo el ataque de Israel. El Comité para la Protección de Periodistas (CPJ) cifra en 83 los periodistas y trabajadores de medios asesinados en Gaza hasta el 18 de enero.

Muchos de ellos fueron asesinados mientras trabajaban identificados visiblemente como periodistas y otros, por la noche, atacados en sus casas junto a sus familias.

Según el CPJ, este el conflicto más letal para los periodistas desde que comenzó a rastrear muertes de estos trabajadores en 1992.

Unas 50 sedes de medios de comunicación en Gaza fueron atacadas el mes pasado. Las fuerzas israelíes advirtieron explícitamente a las redacciones que "no pueden garantizar" la seguridad de sus empleados frente a los ataques aéreos.

Además de esto, Israel está bloqueando el suministro eléctrico e internet en Gaza para evitar que la población cuente al mundo lo que sucede, mientras prohíbe la entrada de reporteros extranjeros al territorio.

Las acciones de Israel implican eliminar a gran escala el discurso de las víctimas de este ataque.

"Recuerden que no sólo somos un contenido de red social para compartir, somos un pueblo al que están masacrando y una causa que intentan borrar y que intentamos mantener viva", publicó el fotógrafo Motaz Azaiza en sus redes sociales hace unas semanas.

Con las palabras de Motaz cierro esta invervención. Y con un recordatorio: los medios occidentales se benefician del trabajo de los periodistas de Gaza que se juegan allí la vida. Aunque sólo fuera por esto, deberían estar clamando por su protección y por el fin de la masacre de Israel contra el pueblo palestino.

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