Dominio público

A lo mejor hemos ganado

Coco Wiener

Estudiante de Bachillerato. Coautora de '(h)amor 6 trans'

A lo mejor hemos ganado
Desfile del Pride Barcelona 2023, a 15 de julio de 2023, en Barcelona, Cataluña (España). Lorena Sopêna / Europa Press

El 23J mi mejor amiga y yo nos encontrábamos en un banco cerca de Tribunal, la parada de Metro de Madrid, sufriendo un ataque de ansiedad conjunto, dos menores latinas de 17 años sin poder votar y contemplando impotentes la posible victoria de la ultraderecha. Nuestro miedo no era para menos. Se lo curraron. Ha sido una campaña electoral que ni peli de terror. Tiktkok se plagó de memes de gente queriendo huir del país y vídeos de maricones llorando y cualquier persona, fuera de la categoría de hombre blanco, se ha estado mordiendo las uñas desde entonces.

¿Qué hubiera sido de nuestra colega si gobernaran PP–Vox, la habrían forzado a escuchar el latido del feto para que lo tuviera? Y si nos violaran a nosotras, ¿nos harían caso, nos creerían? ¿Tendríamos derecho a abortar? Hablamos de mi familia peruana, de su familia colombiana, de todas las personas migrantes que conocemos, más perseguidas y en peligro que nunca, si cabe. ¿Qué pasaría con nuestras identidades LGTBQI+, con la bandera arcoíris que cuelga en mi instituto cada orgullo? ¿Tendríamos todos que volver al armario? ¿Decir cultura de España y referirnos a los toros, y no a la Bad Gyal?

En estas elecciones miles de jóvenes accedieron a la política por primera vez. Y también muchos otros hemos tenido que mirar sentados mientras se cuestionaban todos nuestros derechos y libertades.

Mi novia sí tiene derecho a votar, pero nunca ha querido ejercerlo. He debatido sobre esto con ella durante meses, he utilizado mis mejores argumentos y persuasiones. Y su respuesta siempre ha sido que los políticos son todos igual de malos blabla. Ya sea por falta de educación o por falta de interés, hay muchísimos jóvenes que practican la abstención. Hay colegas que no distinguen izquierda de derecha, otros que se sienten decepcionados por todos los partidos y los que dicen que nada cambia nunca así que para qué. A mi novia nunca he podido convencerla.


Aunque algunos no votemos aún, hemos sido igual tristemente parte de esta campaña electoral. Imaginadlo: sin derecho a voto y sufriendo la alienación de las redes sociales. Al fin y al cabo, el voto joven es esencial. Y estas semanas hemos visto a cada partido intentar atrapar desesperadamente nuestra atención juvenil. Del casposo Tiktok del Partido Popular con sus ayusers y sus almeiders al de Sumar con sus memes de gatitos y sus vídeos de Rosalía. En cuanto al PSOE, estoy convencida de que Sánchez declarándose fan de Taylor Swift y Lana del Rey es lo único que ha impedido la victoria de las derechas. Con 277 mil seguidores en su Tiktok, hasta cinco veces más que los que tiene el resto de partidos, Vox no necesita memes, ni vergonzosos intentos de humor adolescente, tiene unos seguidores acérrimos y completamente fanáticos.

Pero, claro está, la izquierda nos tiene a nosotros, que no es poco. La juventud de izquierda existe y resiste. Y en estas elecciones nos hemos movilizado como nunca, no nos quedamos sentadas en el banco. He visto, en Instagram, publicaciones incitando al voto progresista, que compartimos hasta la desesperación. Me he visto a mí misma y a otros miles intentando convencer a los que habían decidido abstenerse. De hecho, he flipado un poco viendo montones de niños socialdemócratas llamando a votar a Perro Sanxe.

A cualquiera le parecería ridículo votar a alguien porque dice que le gusta tu cantante favorita y lleva una bandera del colectivo en la muñeca. Tanta ha sido la incitación al miedo de Vox que nos hemos aferrado al PSOE como a un flotador pinchado en un tsunami.


He de admitir que hasta yo he practicado incitación al miedo, es lo que hay. Demasiadas personas ignorando la realidad, lo que estos partidos de ultraderecha quieren que hagamos: que ignoremos que no todos los partidos son igual de malos. Que hay algunos peores que otros y que el fascismo sigue existiendo en el siglo 21. Y toca enfrentarlo.

En definitiva, en estas elecciones no hemos ganado ni hemos perdido. El Partido Popular ha mantenido su popularidad y sus cifras. No ha llegado el apocalipsis verdiazul que esperábamos, pero tampoco hemos tenido una victoria arcoíris. Y ahora mismo, lo único que gobierna es la incertidumbre.

El 23 de julio, el día de las elecciones, mi novia llegó a casa a las 8 de la mañana, después de estar de fiesta en el Fabrik. Nunca ha votado ni ha querido votar. Con una resaca infernal se levantó del sofá y se fue a votar. A lo mejor hemos ganado.

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