Ecologismo de emergencia

Madrid Río bajo la pólvora

Rosa M. Tristán

 

 

Vista del Puente del Rey, ubicado en Madrid Río donde el Ayuntamieno planea acoger una 'mascletà'. EUROPA PRESS/Eduardo Parra
Vista del Puente del Rey, ubicado en Madrid Río donde el Ayuntamieno planea acoger una 'mascletà'. EUROPA PRESS/Eduardo Parra

Está claro que Madrid Río, el emblemático parque fluvial de la capital, se ha convertido en el nuevo objetivo "comercial" del gobierno municipal de esta ciudad. Y no sorprende. Para el actual equipo, dirigido por José Luis Martínez Almeida, nunca ha sido un espacio natural a proteger y conservar, así que supongo que por ello no se les ocurrió mejor sitio para montar una mascletá con 307 kilos de pólvora, pese a que sobran razones científicas para considerarlo una barbaridad. Ahora bien, este despropósito, que ha sido denunciado pública, política y judicialmente, es una de tantas tropelías cometidas a lo largo de sus 10 kilómetros.

Ya antes de que fuera alcalde, en el verano de 2018, Almeida no dudó en apoyar a una escuela de remo privada (aunque en instalaciones municipales) que presionó para que no se abriera la presa número 9 sobre el río Manzanares y, con ello, dejara definitivamente de ser un canal, sucio y pestilente, en lo que era entonces un tramo de casi de un kilómetro. Recordemos que la renaturalización del cauce había comenzado en 2016, de la mano de Ecologistas en Acción y el equipo de Manuela Carmena, pero la susodicha escuela exigió que se mantuviera un trozo de canal para sus 40 remeros. La presión ciudadana y ecologista, finalmente, hizo dar marcha atrás al Consistorio, la presa se abrió y hoy el río se ha convertido en el hogar de más de 134 especies de aves, como bien recordaba estos días SEO/Birdlife, además de anfibios, tortugas y hasta alguna nutria, que se ha paseado por sus aguas. Aun así, estos días me ha vuelto esa imagen de Almeida remando, en seco, porque forma ya parte de su historial ambiental, casi al nivel de aquella respuesta a los niños de un colegio, donde dejó claro que si se quemara la Amazonía no sería tan grave como lo ocurrido en la catedral de Notredame.

Volviendo a Madrid Río, otro ‘momentazo’ del valor ambiental que otorga al parque, que, por cierto, es también reciente. A escasos metros del cauce, y tras cambiar un proyecto previo, la presidenta Isabel Díaz Ayuso decidió colocar una estación de metro que iba a hacerse en la calle aledaña. Esta estación Madrid Río, que por cierto no era una reivindicación vecinal, pero que fue en principio bienvenida como todo transporte público, desató una movilización ciudadana en el barrio afectado como no se había conocido: durante un año, que se cumple estos días, miles de vecinos y vecinas se implicaron, de uno u otro modo, en tratar de impedir la tala de 200 árboles, muchos plátanos de gran porte, que iban a ser finiquitados como parte de esas obras en ese parque fluvial. Por más que recurrieron al alcalde para que no diera su autorización, finalmente decenas de árboles de gran porte han sucumbido a la motosierra, aunque también gracias a estas protestas se logró salvar una buena parte de la arboleda, por cierto, protegida por el propio Ayuntamiento.

Menos mediáticas, pero no por ello sorprendentes, son algunas de las gestiones de las plantas que se hacen en ese espacio verde que recorre el sur de oeste a este. Las drásticas podas de la vegetación ribereña, cobijo de pájaros y polinizadores, cada año causan estupefacción en muchos de los paseantes, entre los que no faltan expertos en la materia, que saben bien cómo un exceso de eliminación de ramas, hasta dejar apenas unos muñones, pueden debilitar las plantas y hacerlas más proclives a plagas y enfermedades. Dado que todo el mantenimiento está privatizado ¿acaso esa gestión supone ganancias a las empresas adjudicatarias?, se preguntan algunos.

Con todo, lo de la mascletá, fruto de una apuesta entre dos políticos, es de lo más surrealista. En realidad, la explanada a orillas del humedal en la que se quiere hacer ya ha sido utilizada en años anteriores para espectáculos poco recomendables desde un punto de vista ambiental, desde celebraciones futbolísticas a espectáculos que han reunidos decenas de miles de personas sobre el Puente del Rey, como fue el pasado verano un show acrobático. La basura acumulada, de la que un porcentaje siempre acaba en el cauce, y el estruendo no parecen lo más adecuado para un lugar de este tipo. Ahora, la quema de 307 kilos de pólvora con el único objetivo de que haga mucho ruido y retumbe lo más posible es el culmen de unas decisiones que solo parecen marcadas por el aprovechamiento comercial y turístico de cuanto espacio público hay en Madrid. A costa de lo que sea.

De los informes técnicos y ambientales, de los contratos y demás cuestiones que debieran ser públicas y transparentes, nada se ha sabido hasta poco antes del evento. Y ha sido una exigencia por orden judicial, a raíz de una denuncia de un grupo ambiental. Ante las quejas, la respuesta desde la Comunidad de Madrid ha sido para enmarcar. El consejero de Medio Ambiente, Agricultura e Interior, Carlos Novillo, dijo al respecto que si el Ayuntamiento había elegido Madrid Río "es que es un lugar correcto" y que "son muy escrupulosos con las medidas medioambientales". Al pasado me remito.

Eso sí, ni una mención al comunicado en contra de la mencionada Sociedad Española de Ornitología (SEO/Birlife), de Ecologistas en Acción, de PACMA ni a qué investigaciones científicas habían utilizado para determinar que era un buen lugar para ubicar el evento. Pero existen, y la última es de diciembre pasado, un trabajo publicado en la revista Frontiers in Ecology and the Environment por investigadores de la Universidad de Ámsterdam sobre el impacto en las aves de fuegos artificiales (que hacen menos ruido que una mascletá). Concluyeron que se ven afectadas por su uso masivo en Nochevieja hasta a una distancia de 10 kilómetros, donde aún detectaron 10 veces más aves volando de lo normal, alteradas por el ruido. A cinco kilómetros, aún era peor. Salían despavoridas. Además, observaron que las aves más grandes (incluidos gansos, patos y gaviotas de los que hay multitud estos días en Madrid Rio), como vuelan a altitudes considerables, tienen más riesgo de sufrir accidentes durante estos eventos. Es más, recomiendan en sus conclusiones, fijar zonas libres de fuegos artificiales, sobre todo alrededor de áreas donde hay más aves grandes. De ponérselas encima ni hablan. Y sentencian: "Los fuegos artificiales deberían encenderse en lugares centrales de las zonas urbanizadas, lo más lejos posible de las aves".

Está claro que Almeida y su equipo no han leído ni éste ni otros muchos artículos científicos, ni sobre aves, ni sobre árboles y su mantenimiento, ni sobre la importancia de cuidar el medio ambiente urbano en una gran urbe que camina desbocada a un futuro de olas de calor, y sin paliativos, con puro hormigón. También parece evidente que no se ha paseado mucho por ese maravilloso río, cada vez más rico en biodiversidad, que es una escuela en la que reconectar con esa vida silvestre que tanta falta nos hace, sobre todo a los niños y los jóvenes. Claro, que esa imagen en la que estaba remando en seco para apoyar que ese río Manzanares renaturalizado siguiera siendo un sucio canal, no logro olvidarla. Ni que así quería ganar votos.

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