El mercado de los votos

Pablo Iglesias abre el melón de la gran coalición  

Salvador Giménez

España como excepción ante el mundo con su política, sus costumbres y tradiciones. Spain is different nos propuso Manuel Fraga cuando su campaña de promoción turística a finales del franquismo. Entonces como hoy, España no era mejor ni peor, sino diferente. Al menos para nuestros más mayores. Como ahora Rajoy. Este Spain is different es el fundamento de nuestra cultura política en comparación con Europa. Ni es peor ni mejor que la de la UE, simplemente es diferente y con esto nos basta para ir por el mundo, henchidos de orgullo. Es el escudo que protege a nuestras elites, al IBEX, a los medios de comunicación, con este mantra de origen por lo menos franquista, alejado de los estándares UE, que aún arrastramos.

Como somos diferentes, tenemos nuestras propias excepciones. Como nos sucede con los toros, que es una tradición muy española pero poco de la UE, que no la llega a entender. O como el tema que nos ocupa, el de la gran coalición, que es una tradición muy europea pero muy poco española. En otras palabras, somos convergentes con la UE para recibir fondos europeos pero nos resistimos a aceptar que en España se pueda dar lo que en otras latitudes es lo normal, como la Grosse Koalition en Alemania, cuando hoy en España sería la suma más fácil para garantizar un gobierno estable.

Pero Spain is different. Todas las élites, las del lado izquierdo y las del lado derecho, negando esta posibilidad. No cabe, en ninguna cabeza pensante, ni tan siquiera la hipótesis, una vana reflexión. Se niega, se pasa página y se acabó el debate, porque de lo contrario se cuestionaría el mercado de los votos que rige en España desde la transición. La gran coalición es anatema en España, hasta que el otro día Pablo Iglesias abrió el melón y osó nombrarla para denunciar que, antes que un acuerdo PSOE-Podemos, habrá una coalición entre PP y PSOE.

Un viraje sorprendente, audaz y contradictorio, el de Iglesias, porque es lo contrario de lo que los de Podemos hicieron en junio de este mismo año, invistiendo presidentes del PSOE en las diferentes comunidades autónomas. Pero, al fin y al cabo, una reflexión importante e incisiva porque, aparte de Felipe González en plena campaña de las europeas del 2014, Iglesias se atrevió a nombrar el anatema. Y lo hizo con toda la razón del mundo porque Iglesias sabe que la suma más fácil y directa para garantizar los 176 escaños y la mayoría absoluta que dé estabilidad al Gobierno es la del PP (127 escaños) y PSOE (93 escaños), ninguna otra.

El mismo Iglesias sabe que la suma Podemos (56) y PSOE (93) da 149, muy lejos de los 185 que promediaban en febrero del 2015 y, en efecto, lejos de los 176. Iglesias también sabe que la suma PP (127) y Ciudadanos (33) dan 160, la cifra más alta de los últimos meses entre estos dos partidos, ligeramente más alta que la suma PSOE+Podemos, pero también lejos de los 176. El líder de Podemos sabe que un acuerdo PSOE+Podemos+CDC+ERC+PNV+Compromís sería imposible por los desincentivos (modelo territorial, etc.) y por ser un acuerdo demasiado caro y poco serio ante la UE. Así las cosas, y aunque solo fuera por un ardid para quitarse al PSOE de encima para empezar el curso político, Iglesias nombró lo innombrable, lo que todo el sistema se niega a reconocer, la gran coalición como mecanismo de estabilidad ante los conocidos mercados, la UE y la misma reforma a la que se encamina España, con su encaje territorial y su crisis institucional.

¿Por qué es factible y plausible un acuerdo entre el PSOE y Podemos, o entre el PP y Ciudadanos e incluso entre el PSOE y Ciudadanos, cuando ninguna de estos pactos suma 176 escaños, y no es posible un acuerdo entre el PSOE y PP? ¿Por qué para la generalidad de opinadores, Ciudadanos puede pactar indistintamente con el PSOE o con el PP, o Podemos con el PSOE o los nacionalistas, y en cambio niegan de raíz un acuerdo entre PSOE y PP? ¿Por qué no nos sirve, en este sentido, la lógica formal? ¿Es acaso la lógico política española algo diferente de esta lógica formal? ¿Tienen las generaciones más jóvenes la misma lógica política que las generaciones más mayores?

Pedro Sánchez debe llegar hasta diciembre con la idea que el PSOE puede ganar las elecciones y que no habrá gran coalición, ba-jo nin-gún con-cep-to. El CIS nos ha dicho que el PP ha aumentado su distancia con respecto al PSOE a base de votantes mayores y una parte de votos que regresan de Ciudadanos. El CIS también nos ha dicho que no hay más posibilidad para formar gobierno que la gran coalición. Cualquier otra opción es especulación y números imposibles. Además, todo se complica aún más cuando la suma entre el PP y el PSOE hoy es de 220 diputados, a 14 escaños de los dos tercios necesarios para el procedimiento agravado de la Constitución, y cuando Ciudadanos y Podemos se presentan como proyectos de reemplazo a medio plazo de los viejos partidos.

Empieza el rush final, con estas ideas en lo más subterráneo de nuestro pensamiento político, latentes, como una amenaza y no como solución. Como un anatema. Sin embargo, los números siempre son tozudos, porque expresan la realidad, la demanda electoral. Iglesias lo sabe. Sus adversarios, aunque no lo reconozcan, también.

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