El mundo es un volcán

Más tragedia de Esquilo que farsa de Aristófanes

La situación en Grecia ante el referéndum de este domingo recuerda más a una tragedia de Esquilo que a una farsa de Aristófanes.

Algo hay de farsa, incluso decomedia de las equivocaciones shakespeariana. Para empezar, los votantes tendrán que pronunciarse sobre una pregunta referida a dos documentos de la troika que no figuran en la papeleta y que ni siquiera constituyen la última oferta de acuerdo. En los escasos días transcurridos desde que se convocó la consulta, las dos partes han variado sus posiciones: algo los acreedores (FMI, BCE y Comisión Europea) y mucho más Tsipras, que entre dos llamamientos públicos a votar no,envió a la parte contratante de la segunda parte –parafraseando a Groucho Marx- una carta en la que aceptaba el grueso de las condiciones exigidas, si bien ponía el énfasis en una cuestión de importancia mayor: la reestructuración de la insostenible deuda pública, cercana al 180% del PIB.

Consecuencia: suspiro de alivio y recuperación instantánea de las bolsas. Duró poco, porque el referéndum siguió adelante y fraü Merkel dejó muy claro que, hasta que se celebre, no hay negociación posible. Entre tanto, alimentando la ceremonia de la confusión, Juncker y otros dirigentes de la UE aseguran que la victoria del no podría conducir a la salida de Grecia del euro, justo lo contrario de lo que sostiene Tsipras, para quien el no, lejos de suponer la ruptura con Europa, reforzaríala capacidad negociadora de su Gobierno.En medio, una población atrapada en el corralito, preocupada por si podrá cobrar la pensión o recuperar alguna vez su dinero del banco, temerosa de nuevos recortes que se sumen a los que han reducido la riqueza del país en un 25% y han dejado incluso por encima de ese porcentaje la tasa de paro, arrebatando a España un récord deshonroso.

Algo hay en todo esto de farsa, de vodevil, de enredo, de farol, pero lo que está en juego no da para bromas. Es demasiado serio. Ya se habla incluso del griesgo de que, en el peor de los escenarios, haya que recurrir a la ayuda europea de emergencia, alimentaria y de medicinas. Esquilo en estado químicamente puro, aunque hay margen para la esperanza, dado que el desenlace de la obra aún es incierto. Entre tanto se impone el sentimiento trágicounamuniano, la sensación de vacío, de que se sigue al borde del abismo, de que las opciones más extremas siguen abiertas, incluida la salida del euro, su temido efecto contagio y hasta la quiebra de una unión monetaria que, aunque no garantice la ya utópica unión política, sí que parecía sólidamente asentada e implica la aglutinadora pertenencia a un espacio de intereses comunes.

Si gana el , y Tsipras lo toma como una desautorización, no podría limitarse a tragarse el sapo y cumplir el programa de la troika, sino que por un elemental sentido de la coherencia  tendría que echarse a un lado y convocar elecciones pero, ¿qué ocurriría si, pese a la bofetada en el referéndum, volviese a ganar Syriza, aunque fuese con otro líder? Y, si perdiese, ¿tendría sentido que volvieran al poder los partidos  que llevaron a Grecia al desastre? ¿Otra vez más de lo mismo?No, gracias.

Si gana el no, si Tsipras  se ve reforzado por el voto popular, si utiliza ese respaldo como un activo a la hora de negociar, ¿cambiaría por ello la actitud de los acreedores? ¿Alguien se imagina a la flexible y conciliadora Merkel respetando la libre voluntad de los griegos a costa de renunciar a unas políticas que se diría que mamó en el pecho materno?

Ese suprapodercómplice de los poderes fácticos y predominante hoy en la UE se ha propuesto destruir o desvirtuar el Gobierno de Syriza, al que ve como una amenaza ideológica, casi existencial, como un flagrante desafío a unas políticas de austeridad y rigor fiscal cuyos efectos han sido demoledores en términos de crecimiento, empleo y supervivencia del Estado de bienestar. No solo en Grecia, también en otros países, como España. Porque es importante no permitir un mal ejemplo, que se cree un precedente. Hay que sembrar de minas el camino del enemigo, hoy Syriza, mañana quizá Podemos.

Aunque sea ya casi imposible volver al punto de partida, y aunque a estas alturas la mayoría de los ciudadanos de la eurozona sean partidarios de conservar la moneda única, lo cierto es que el euro, más que convertirse en el instrumento de una UE más próspera y solidaria, ha actuado como un corsé que oprime a las economías más débiles hasta el límite de la asfixia, como algo quizás incompatible con una agenda social progresista que defienda a ultranza el Estado de bienestar.

El no se nutre de la ira contra los corruptos políticos de la casta que llevaron al país a la ruina y contra los poderes lejanos que recetan austeridad y recortes a costa de sembrar su paso de cadáveres mientras repiten como un mantra que las deudas hay que pagarlas, mientras ocultan que la mayor parte del dinero de los rescates se ha empleado en pagar la deuda a los bancos extranjeros. También se apoya en el malestar de quienes no tienen ya nada que perder y ven en Syriza una voluntad de preservar la dignidad y la independencia griegas, y el rechazo a la dictadura de Berlín, Bruselas, Francfort y Washington.

En el lado del cabría situar sobre todo a quienes más tienen que perder, ya sea como resultado de una vida de esfuerzo o como fruto de la especulación y el fraude fiscal; a quienes quieren que su dinero valga tanto como el de un alemán o un francés; a quienes evaden su fortuna al extranjero y vacían las cajas de los bancos griegos; a quienes piensan que lo peor ha pasado y que solo falta una última dosis de medicina dura; a quienes crecen que las deudas hay que pagarlas y que las recetas de la troika suponen la última oportunidad para poner orden en el caos; a quienes alarma que su país se conviertaen un paria en el limbo periférico de una Unión Europea que se asocia a la  modernización de las últimas décadas; a quienes consideran que Syriza amenaza la estabilidad y contribuye a la ceremonia de la confusión.

Pero quizás lo más significativo, lo que impide pronosticar el desenlace, sea que nada está claro, que aún quepa esperar nuevos giros argumentales, como en las comedias de enredo o las farsas de Aristófanes. Aunque el trasfondo de la obra –ojalá que no su desenlace- se ajuste más a las tragedias de Esquilo.

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