El tablero global

El Otelo que fue Hamlet y acabó como Macbeth

No podía continuar. El hombre que comenzó su ascenso hacia el 10 de Downing Street como Otelo, corroído por los celos que le causaba el don de gentes de Blair, se disponía a acabar su carrera como Macbeth, el rey escocés atrincherado en su castillo mientras sus enemigos se aprestaban a asaltar la colina de Dunsinane desde el bosque de Birnam; en este caso el 70 de Whitehall, donde liberaldemócratas y conservadores negociaban la coalición que auguraba su fatalidad.
La trayectoria de Gordon Brown ha sido un drama shakespeariano múltiple, pues sus inicios en la cúspide del poder quedaron marcados por dudas y vacilaciones dignas del peor Hamlet. Pero no fue ninguno de estos defectos lo que le condujo a la ruina política, sino precisamente la propia ambición que le llevó a la cima, pues una vez allí le hizo abrazar a los más poderosos: esos mismos colosos financieros que hoy amenazan con arrastrarnos a todos al abismo.

Al heredar la estela del ego de Blair ya fue incapaz de renegar de aquellas veleidades bélicas, y al tomar las riendas de la lucha contra la crisis económica nunca pudo ocultar que él ya las manejaba antes como canciller del Tesoro, cuando dio manga ancha a los tiburones de los mercados en una muy poco socialdemócrata gestión de las finanzas públicas. Así que después no pudo llamar en su auxilio a las filas laboristas, decepcionadas por 13 años de gobiernos neoliberales bajo la máscara del Labour.
En sus últimos días de reinado, ya no lograba siquiera fingir que era capaz de reunir una mayoría absoluta, con liberales y nacionalistas, mediante algún alarde de prestidigitación aritmética. Esperemos que no sea también el rey Lear y legue el laborismo a alguna pobre Cordelia.

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