Tierra de nadie

Cuéntamelo por Twitter

Lo de las redes sociales es un descubrimiento. Pensábamos que estaba todo inventado con el correo electrónico y los SMS porque permitían cumplir los trámites más engorrosos al instante sin que la voz delatara si los sentimientos eran verdaderos o fingidos. Fue así como empezamos a dar pésames electrónicos y felicitar cumpleaños, iniciamos romances sin tartamudeos o rompimos con la pareja sin necesidad de especificar asunto y dándole después al enviar. Sus virtudes son innumerables. Por email te pueden bajar el sueldo y hasta anunciarte la carta de despido, situaciones muy incómodas para el portador de esas noticias. ¿Inconveniente? Es posible responder y, por tanto, polemizar.

Twitter ha venido a poner las cosas más fáciles, si cabe. Tan sencilla es su técnica que hasta los futbolistas son capaces de justificar en esos 140 caracteres por qué se dieron de mamporros el día anterior o reconciliarse y dar por zanjada la disputa. Se ha vuelto imprescindible en el ámbito laboral, donde ha sustituido a la genuflexión como forma de hacer la pelota al jefe, ya que basta con retuitear sus bobadas.

Es normal que esta especie de rueda de prensa en dos líneas y sin preguntas haya encontrado mucho eco entre los políticos y los periodistas. Los primeros no sólo han encontrado un altavoz sino también el sistema perfecto para sacudirse del traje el polvo del camino y volver a estar presentable para las visitas. Uno insulta por la mañana y es noticia; por la tarde se disculpa en Twitter y vuelve a serlo. Convertidos en seguidores de los políticos, a los periodistas les facilita el trabajo: pueden informar sin esfuerzo y, si lo desean, hacer también la pelota al jefe, que de eso nadie está exento.

Las posibilidades del formato son infinitas. Igual que ETA podía haber anunciado desde su cuenta que deja de pegar tiros, los líderes europeos pronto estarán tentados de ahorrarse esas cumbres maratonianas que no le dejan a uno ni a asistir al nacimiento de sus hijos. Bastaría con un tuit de Barroso o de Van Rompuy parecido a éste: "Estamos trabajando en salvar a los bancos; perdonen las molestias".

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