Tierra de nadie

El mundo feliz de Mariano Rajoy

Rajoy ya tiene listo el programa electoral con el que quiere volver a hacernos felices, una tarea ésta, la de la conquista de la felicidad, que como explicaba Bertrand Russell depende de uno mismo y de las circunstancias externas. Como por nosotros no va a ser, ya que nuestra predisposición es absoluta, y es altamente probable que el propio Rajoy sea una de esas circunstancias externas que nos rodeen a partir del 20-N, el interés por comprobar hasta qué punto sus recetas pueden devolvernos la alegría de vivir era elevado. Leídos y releídos los puntos fundamentales del programa, la conclusión es que este hombre ha empezado a hacernos felices manteniéndonos en la ignorancia de lo que nos espera.

Sus esfuerzos para no preocuparnos son tan encomiables que, mientras otros partidos se afanan por conseguir la mayor repercusión posible a sus iniciativas, Rajoy se ha hecho aprobar las suyas en medio de un puente, porque –siguiendo a Russell- "la preocupación es una modalidad del miedo, y todas las modalidades de miedo provocan fatiga", que es, a la postre, una de las causas más comunes de infelicidad. ¿Qué ganamos con angustiarnos antes de tiempo?

No ha debido de ser fácil ese ejercicio funambulesco de contentar a todos. A los parados les promete empleo; a los emprendedores, salarios más bajos para sus empleados; a los ahorradores, menos impuestos; a los pensionistas, que no perderán poder adquisitivo; a los vendedores de pisos, les facilitará compradores; a los enfermos, que no habrá copago sanitario; y a los preocupados por la calidad de la enseñanza, un bachillerato más largo. ¿Cómo podía ponerse en duda que no sacara adelante estos buenos propósitos por unánime asentimiento de los propios y hasta de los extraños?

Dice Russell que "el que ha conseguido liberarse de la tiranía de las preocupaciones descubre que la vida es mucho más alegre que cuando estaba permanentemente irritado". Por este camino nos quiere conducir Rajoy, antes de instalarnos en el mundo feliz de Huxley. Necesitamos estar condicionados mentalmente para ser capaces de amar nuestro inevitable destino social.

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