Tierra de nadie

Tócamela otra vez, Mariano

Lo de Rajoy y Zapatero con el traspaso de poderes ha trascendido la simple cortesía entre el presidente entrante y el saliente, y empieza a parecerse peligrosamente a Casablanca, bien porque lo suyo sea el principio de una gran amistad, bien porque a ambos siempre les quedará la Moncloa para entregarse a los arrumacos. Ayer volvieron a verse las caras en una cita que, según subrayó el del PP", "no es el final de nada" sino la continuación de lo que vendrá en el futuro ya que su intención es seguir llamando a su antecesor para preguntarle por la mar, los peces y, por supuesto, por el déficit público.

Resulta llamativo que Rajoy se plantee consultar a alguien del que decía no hace mucho que "tenía la cabeza de adorno" y, al que entre otras epítetos, llegó a tachar de maniobrero, agitador, ambiguo, débil, inestable, radical, taimado, irresponsable, grotesco, inexperto, frívolo, veleidoso, inconsecuente, antojadizo y acomplejado, un "bobo solemne" en definitiva, cuyo comportamiento de "hooligan británico" le invitaba a pensar que los requisitos para ser presidente debían ampliarse porque lo de ser español y mayor de edad no parecía suficiente.

Sin llegar a lo empalagoso, es de agradecer que la cordialidad y el afecto prevalezcan sobre las descalificaciones, porque la gente suele ignorar que la crispación por la que transitaba el debate político no dejaba de ser una cuidada escenificación de unos señores que en público se mientan a la madre y en privado también, pero sólo para preguntarse por la salud de sus respectivas e intercambiar sus recetas. Tanto odio llegó a sembrarse que extraña que no hayamos recogido tempestades, más allá de las tormentas de insultos que le llueven a Zapatero cada vez que baja la ventanilla tintada del coche.

Es de suponer que el clima guerracivilista en el que se ha vivido desaparecerá como por ensalmo porque las victorias del PP tienen un inmediato efecto sedante. Tal es su magia que el bobo de ayer es hoy un estadista de reconocido prestigio cuyas opiniones merecen ser tenidas en cuenta. Si de fondo escuchan un piano, es Mariano que la toca otra vez.

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