Tierra de nadie

Y Correa hizo la luz

De Correa se podrá decir lo que se quiera, desde que era corrupto de tomo y lomo hasta que se gastaba los convolutos en gomina, pero lo innegable es que a generoso no le ganaba nadie. ¡Cuántos relojes de marca y bolsos de Vuitton no habrá regalado este hombre! ¡Cuántos viajes gratis no habrá dispuesto este tour operador para dirigentes del PP, tan ansiosos ellos de conocer mundo! Con las celebraciones familiares se desvivía. En este tipo de actos echaba el tío el resto, ya fuera una comunión, un cumpleaños con payaso y confeti o una boda de alto copete.

Cualquiera se habría conformado con comprar a los novios el cenicero de cristal de Bohemia de la lista de bodas de El Corte Inglés o con el sobre anónimo de cien euros para pagar el cubierto del matrimonio, los dos críos y la suegra, que en casa no la íbamos a dejar. Correa, no. A Benjamín Martín Vasco, ex diputado autonómico madrileño y ex teniente de alcalde de Arganda, le pagó el convite –casi 35.000 euros- y hasta la noche de bodas en el Ritz, porque a la hora de consumar no va a ir uno a una pensión de tres al cuarto. Lo que tenía suelto después de haberle abonado unos 40 viajes –lo de Phileas Fogg en 80 días era un broma a su lado-, unos 260.000 euros en metálico y en ingresos en Suiza y unos cuantos relojes.

Obviamente, la niña de Aznar no podía ser menos, siendo como era amigo de la familia. Así que apoquinó 32.000 euros para la iluminación del baile, el más luminoso de los que se recuerdan por estos pagos. Iba la novia tan blanca y tan radiante que hubiera sido un pecado marchitar tanto tronío con una par de halógenos y un fluorescente de cocina. Encender un enlace tan imperial debió ser toda una metáfora para el divino Correa. ¿Qué hermosa recreación del Génesis! La luz se hizo y de qué forma.

El desprendimiento de este benefactor de los conservadores hay que situarlo en un contexto más general. El PP era y es un partido rumboso, munífico, de una largueza tal que no habría entendido la tacañería. Su dirigencia aborrece la mezquindad y, reconozcámoslo, los sueldos de diputado, presidente autonómico o de alcalde no dan ni para la calefacción en invierno, especialmente si se tienen techos tan altos como los de Esperanza Aguirre.

Además, llegar a miembro del comité ejecutivo del PP no es fácil. Si antes no era sencillo reírle las gracias a Aznar, que lo de este hombre no son los chistes, más complicado todavía resultaba tratar con Rajoy, que le ibas con una proposición de ley para emprendedores y te contaba la última ascensión a Alpe d’Huez. Tanta dedicación al partido había que recompensarla, más si se trataba de Cascos, que por aquella época pasó de la unidad familiar a la docena familiar, y menos, pero suficiente, si el que ponía el cazo era el responsable de Estudios y Programas, que al fin y al cabo era muy parecido elección tras elección.

De lo que han declarado hasta la fecha algunos perceptores de los sobresueldos de Bárcenas y Lapuerta, se deduce que hasta el último mono de la ejecutiva se llevaba a casa el aguinaldo mensual, lo justo para vivir como pachás y recompensar su entrega y su dedicación al servicio público y al bien común. Obviamente, esto ponía el listón muy alto a Correa, que habría parecido un roñica regalando pulseras de Uno de 50.

Las gratificaciones del PP a sus dirigentes sólo podían proceder de las subvenciones públicas –es decir, del bolsillo los contribuyentes– o de las donaciones privadas, fundamentalmente de constructores, con las que supuestamente se conseguían adjudicaciones de obra pública pagadas entre todos a escote.

Con sus presuntos sobornos, Correa lograba la organización de los actos del PP, abonados con las subvenciones públicas, y de administraciones gobernadas por el partido, financiadas también por los de siempre. Simultáneamente, los constructores pagaban los actos electorales del PP que organizaba Correa a cambio de las obras públicas que volvíamos a sufragar los mismos.

No hay duda de que el engominado de Gürtel era un tipo generoso que puso a Aznar y su prole bajo los focos. Nosotros nos hemos limitado a pagarle las fiestas. Es lo menos que podíamos hacer.

 

Más Noticias