Tinta Mintenig

"Mad Max" era sólo una pelicula

super Paso buena parte del día "picando" entre diversos medios de comunicación: radio, televisión, prensa escrita, la red. Y la sensación que hoy tengo es que mucha gente se ha vuelto loca. Sin verdadera necesidad, muchos han hecho colas interminables en gasolineras y han acaparado comida para varios meses (acabo de ver a una señora que ha confesado ante las cámaras que acababa de comprar 14 quilos de arroz en un supermercado). No estoy hablando de aquel que, con el depósito en reserva, no ha tenido más remedio, en las grandes ciudades, que ir de una gasolinera a otra hasta conseguir el combustible necesario para ir a trabajar, ni del otro cuya mujer está a punto de ponerse de parto y prevé que la tendrá que llevar al hospital. Estoy hablando de esta especie de histeria colectiva que se ha apoderado de una parte de la población, sin motivo real, que ha dejado desabastecidas las estaciones de servicio y los comercios de alimentación, principalmente.

Seamos serios: según los datos, los que han convocado la huelga de transporte por carretera sólo representan a un 15% del sector. Pongamos, para ser magnánimos, que son un 20%. Por consiguiente, la inmovilización del resto de los camiones y furgonetas, que ha provocado el desabastecimiento en algunos lugares del país, se debe mayoritariamente a la acción de piquetes. Piquetes muy violentos y muy disuasorios, por las imágenes que he podido ver. Y muy eficaces a la hora deatropello cortar carreteras y autopistas. Las amenazas y agresiones a los que sí querían trabajar, incluso delante de la Guardia Civil, han sido constantes. Y un miembro de un piquete ha muerto atropellado. Los ánimos están muy exaltados.

No estoy diciendo que los huelguistas no tengan razón. La tienen, como todo hijo de vecino que vea que la escalada de precios amenaza su futuro. Lo que digo es que, si hay que aguantar una huelga, pues se aguanta, sin que ello suponga que debamos comprar 14 quilos de arroz o llenar a toda costa el depósito el martes para poderse ir de fin de semana el viernes.

La situación, en general, no es tan grave como se pinta. No estamos, de momento, en una situación de emergencia declarada. No entiendo el pánico desatado ni el asalto a colmados y supermercados que se ha producido hoy, salvo que me dé por desconfiar y pensar que alguien, algo, ciertos medios y ciertos magmas, mueven los hilos para cargar las tintas contra los que nos gobiernan y obtener, a corto o a largo plazo, un rendimiento de la desazón creada en los ciudadanos. Puestos a hacer, yo también tengo reproches para los políticos. ¿Los piquetes violentos no son ilegales? Pues, por favor, que los que se encargan de que se cumpla la legalidad actúen como debieran de actuar. Para eso les pagamos. Y otra cosa: espero que no se les haga más caso a los camioneros violentos que a los pescadores que, pacíficamente, también están en huelga por el aumento del precio de los carburantes y que han amarrado sus flotas en muchos puertos españoles.

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