Entre leones

Crisis en la costa

Exteriores teme una inminente crisis diplomática con Marruecos tras procesar el juez Pablo Ruz a 11 militares marroquíes por genocidio en el Sáhara.

Esta iniciativa judicial, que presumiblemente quedará en agua de borrajas y morirá en las costas del Tribunal Supremo, tiene suficiente material explosivo como para soliviantar a las autoridades marroquíes, que se instalaron en la más absoluta impunidad en el Sáhara Occidental cuando los españoles dejamos a su merced al pueblo saharaui.

Pero esta resolución contra los genocidas marroquíes tiene un punto débil que Marruecos no va a desaprovechar: el tú más y peor. Y me explico, el genocidio que cometió el franquismo tras la Guerra Civil –más de 150.000 muertos- yace en las cunetas de media España, enterrado por los siglos de los siglos, y fue mucho peor que el que cometió Marruecos en el Sáhara Occidental.

Aunque fue inhabilitado solo por el ‘caso de las escuchas a los abogados de la Gürtel’, el intento del juez Baltasar Garzón por conseguir reparación y justicia en la barbarie que supuso la persecución del derrotado hasta el extermino acabó también con su carrera judicial.

Y la Ley de Memoria Histórica, en manos del PP, se ha convertido en papel mojado, y no sirve ya ni para desenterrar a los muertos para darles cristiana sepultura o lo que quieran hacer con los restos sus familias.

Pero no nos equivoquemos: la crisis diplomática que se vislumbra en la costa ahora con la claridad que solo da el Poniente viene gestándose desde hace bastante tiempo, incluso antes del accidente que sufrieron los tres espeleólogos andaluces.

Es más, creo sinceramente que el rechazo de las autoridades marroquíes a que dispositivos españoles participaran en el rescate se debió, en gran medida, a que las relaciones estaban ya deterioradas y la interlocución bajo mínimos.

Como comenté en mi último artículo, las críticas de Exteriores a la participación de Rodríguez Zapatero en el foro marroquí de Crans Montana en el Sáhara Occidental puso la primera gran piedra en una escalada de tensión, que continuó con otro incidente, por el origen de las armas, tras la operación antiyihadista de Agadir. Marruecos dijo que entraron por Melilla y España lo desmintió con un argumento algo peregrino.

Pero antes incluso que estos incidentes hubo algunas actuaciones nada diplomáticas que cimentaron mal las relaciones del Gobierno del PP con Marruecos.

En concreto, me refiero a la concesión de la Ciudad Autónoma de Melilla del título de Hijo Adoptivo al actual ministro de Asuntos Exteriores. Menos mal que en el acto no estuvo presente el entonces Príncipe de Asturias Felipe de Borbón, actual Felipe VI, como pretendió alguno para darle más relumbrón.

Las referencias a su bisabuelo, el general Juan García Margallo, que murió en 1893 en la defensa muy cuestionada de Melilla en la primera guerra del Rif, y a su tío abuelo, el capitán Juan García-Margallo, en el Desastre de Annual de 1921, pueden resultar humanamente comprensibles, pero diplomáticamente fueron un grave error, tanto o más que la aceptación del propio galardón por el cargo que ostentaba.

De Melilla, en definitiva, salió más como un africanista que como un diplomático.

Poco después, el mismísimo Rey Juan Carlos I, en una condecoración promovida por el propio Margallo y por el ministro de Defensa, Pedro Morenés, impuso la Laureada Colectiva de San Fernando al extinto Regimiento de ‘Cazadores de Alcántara, 14 de Caballería’ por el Desastre del Annual, donde murieron el tío abuelo del ministro y 10.972 soldados españoles más en la "ofensiva definitiva" que ordenó el general Fernández Silvestre, que no hizo sino mandar a un suicidio colectivo a sus hombres.

Este homenaje extemporáneo a unos soldados que más que héroes fueron víctimas de un general ávido de gloria y de un Gobierno incapaz, tampoco ha sido la mejor de las decisiones para cimentar unas buenas relaciones con Marruecos.

Tras tanta torpeza acumulada, a nadie le puede extrañar que Rajoy se viera obligado a cometer la indignidad de elogiar la actuación marroquí en el rescate de los espeleólogos andaluces para intentar evitar una crisis diplomática que ya estaba en la costa.

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