Corazón de Olivetti

Rescate real, libertad virtual

Qué poco liberales son estos liberales. Por un lado, restablecen la censura para todos y por otro el proteccionismo para la banca. En vez del bicentenario de la Constitución de Cádiz de 1812, tendrían que celebrar el Manifiesto de los Persas que precedió a su abolición en Valencia en 1814. Viva Torquemada y muera Thomas Jefferson. Claro que quizá, mucho me temo, los únicos libros que hayan leído son los de familia y los talonarios de cheques.

Pero son listos los tíos, esos prestidigitadores de la política y de las altas finanzas que sacan de la chistera pública el conejo de la deuda privada y nos hacen creer a pies juntillas que su deuda es de todos. Así que, por mucho que haya insistido Mariano Rajoy si es que Angela Merkel le ha permitido aliviar la primera posición de saludo, las ayudas a los mamarrachos del pelotazo bancario seguirán contabilizando como déficit soberano, como si salvar el culo a Bankia sea tan prioritario como permitir que sigan abiertos nuestros hospitales.

Vamos hacia un rescate real como la vida misma, el que ya conoce de cerca esa España empobrecida cuya antigua clase media ahora sólo consume para subsistir, por necesidad y no por bienestar; en ese país con dos millones de criaturas que no pueden gastar porque no tienen ingresos y en donde más de la mitad de la población siente más terror por un gasto imprevisto que por uno de esos tsunamis que salen en las películas que ya no podremos producir de ahora en adelante.

La libertad, sin embargo, es virtual, un avatar en decadencia. Este país de prisiones hacinadas y jóvenes de doble licenciatura currando como lavaplatos, estrena ahora la cadena perpetua disfrazada de prisión permanente revisable y en vez de arrojar libros a la hoguera, como antaño, nos limitamos a quemar nuestro sistema educativo para evitar que la gente pueda leer y romper a pensar en el momento más inoportuno. No sólo combatimos con denuedo el déficit presupuestario sino el superávit del libertinaje. Así, ya se habla de imponer, en justo homenaje póstumo a don Manuel Fraga Iribarne y su Ley de Prensa de 1966, la censura previa de los videos en los que se vea a la policía haciendo su presunto trabajo; esto es, machacar a mamporros a quienes paradójicamente también reclaman que esos mismos antidisturbios se queden sin paga extra de Navidad.

Los hombres de negro ya están aquí: llevan cortándonos el resuello desde mayo de 2010 y ahora pretenden que ni siquiera podamos gritar pidiendo auxilio. Calladitos estamos más guapos, sin huelgas generales ibéricas como el jamón pata negra de una rebeldía que ya cuesta demasiado cara, porque las reformas laborales de los últimos años han degradado nuestras garantías sindicales a los niveles de los bonos basura. Hay que buscar un equilibrio entre lo que reclama la pasma y lo que teóricamente garantiza la Constitución, pondera Soraya SS –Maruja Torres dixit--, mientras nuestro país es nuevamente condenado en los tribunales europeos por maltratar a periodistas presuntamente etarras. Libertad de expresión, si, pero hay que blindar a la familia real de todo tipo de caricaturas como si la Jefatura del Estado fuera nuestro Mahoma particular. Libertad de manifestación, si, pero en el extrarradio, donde los indignados no molesten a los usías, al comercio y al turismo. Aquí hay que morirse sin decir ni pío: ¿cuánta prensa de izquierda nos queda, cuántas emisoras de radio o de televisión? En España, no sólo se están despidiendo a periodistas a mansalva como si fueran excedentes de la industria naval en los años 80. Aquí estamos despidiendo sin derecho de readmisión al periodismo tal y como alguna vez lo entendimos; aquel oficio plural y subjetivo, crítico y poco propenso a festejar a San Amable. Seguro que ya hay un informe de la FAEs exigiendo que se supriman de los almanaques ciertas fechas peligrosas, como el 14 de abril, el 1 y el 15 de mayo o el 25 de septiembre. A este paso, no van a dejarnos vivos ni el 28 de diciembre, festividad como es sabido de los santos inocentes, probablemente aquellos que votaron siempre a los partidos mayoritarios y que ahora protagonizan la desafección democrática de la que hablan los sociólogos de guardia y las encuestas a medida.

Cárcel contra el soberanismo, inhabilitación contra los referéndums. Impecable mantilla vaticana para la gente de fe, que confía todavía en que los neocons que nos metieron en este callejón sin salida nos saquen del mismo y derroten a las hordas marxistas y a Barack Obama. Palo y tentetieso para las autonomías que pretendan excluir del derecho ciudadano a la libertad educativa a aquellos colegios que segreguen a los alumnos en razón del sexo o del acento de su piel y el color de sus bolsillos: viva Monseñor Escrivá de Balaguer y mueran los padres fundacionales del 78.

Europa, hoy, es más que nunca el cuadro de la rendición de Breda. Sin ni siquiera pedirlo oficialmente y en nuestra genuflexión ante las llaves sagradas del Bundesbank, vivimos un rescate que, como acierta Gaspar Llamazares, es en realidad un secuestro. Y están logrando meter las tijeras a nuestras libertades porque, sencillamente, somos incapaces de defenderlas. De defendernos. No nos están venciendo. Sencillamente, nos estamos dando por vencidos. La calle, por fin, ya es suya. Los despachos del poder auténtico lo fueron siempre.

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