Luna Miguel

Cumbre borrascosa

Cumbre borrascosa

De pronto, la alarma. Como si Dante’s Peak fuera a estallar de nuevo. Pero nadie sabe nada del cambio climático, que es muy grave, que si los polos se derriten como helados en agosto, que si los que más emisiones nocivas lanzan van a seguir fastidiando... Lo cantaba Kortatu: "Mañana hará el tiempo que a mí me dé la gana". Porque el mundo nos importa de cumbre a cumbre, de tratado a tratado, y más tarde nos olvidamos de que todo se va a la mierda. A la gente no le importa lo que vaya a ocurrir de aquí a 2100, ni si sus biznietos habrán de olvidar el significado de la palabra bufanda o tendrán que llevar mascarillas o escafandras por culpa de la polución. Dicen que es grave, que es muy grave, el fin del mundo.Aunque lo que sí me parece terrible es que el cambio climático también vaya a acabar con la poesía, pienso: y cuando las estaciones del año sean una sola, siempre calurosísima y árida, ¿quién comprenderá los antiguos haikus dedicados a la primavera, quién hablará de la nieve grisácea en sus versos, quién verá a Anna Ajmátova morir con la llegada del otoño? Qué catástrofe. Si contra el cambio climático ya intentan luchar nuestros políticos en esta Cumbre del Clima en Copenhague, deberíamos pedirles que combatan, por favor, la muerte literaria del paisaje y su meteorología. Si ya no hay nada que describir, si ya no hay sensaciones térmicas de las que hablar y el mundo se vuelve aburrido, es porque nos lo merecemos. Cómo nos gusta destrozar, qué poco sensibles somos, cuánto gaseamos. Ultimátum a la tierra. Ya lo cantaba Kortatu: "El hombre del tiempo ahorcado".

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