Fuego amigo

Tengo una corazonada

Tenemos aquí a los inspectores del Comité Olímpico Internacional para husmear en la candidatura de Madrid como sede de los Juegos Olímpicos en 2016. El alcalde de Madrid y yo andamos muy nerviosos, porque nos jugamos parte de nuestro futuro en este examen. Él se juega el futuro político, y yo la decisión de largarme a vivir a otra ciudad antes de que me pille el zafarrancho de 2016. Con la remodelación de la M-30 ya tuve suficiente ración.

Ruiz Gallardón recibe a esta gente en un momento muy delicado para él, con su nombre circulando estos días en boca de todos. Si pierde la sede olímpica, es hombre muerto. Y si gana, es hombre muerto, como ya dejó entrever su queridísssssima Esperanza Aguirre y confirmó rotundamente (y un poco cabreado) Mariano Rajoy.

Unos Juegos Olímpicos son un negocio fabuloso y una oportunidad de modernización de una ciudad, como sucedió con Barcelona. Pero no vale con tener unas espléndidas instalaciones. El examen abarca muchos aspectos, como movilidad, capacidad hotelera y hasta seguridad. Por lo que se filtró hace cuatro años, la candidatura de Madrid naufragó por culpa de la amenaza permanente de ETA, y fue el príncipe Alberto de Mónaco, amigo de nuestras majestades, el que se apoyó en este punto débil para eliminar la candidatura de Madrid.

En la mente de este gran estadista, gobernante de un país de papel cuché, paraíso fiscal que vive de los ludópatas y de los evasores de impuestos de medio mundo, pesó la amenaza terrorista, sin que nada le hubiese impedido apoyar la candidatura de China, uno de los plusmarquistas mundiales en la conculcación de los Derechos Humanos y de la libertad de expresión.

Gallardón dice tener una corazonada esta vez. Yo también, pero no quiero aguarle la fiesta.

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Meditación para hoy:

Cuentan que para elaborar la Guía Michelin, la que decide cuáles son los mejores restaurantes del mundo, los inspectores comen de incógnito en cada establecimiento, piden la prueba de la mayoría de los platos de la carta, calibran la higiene y el trato de los camareros, inspeccionan los lavabos, la decoración, el ambiente... todo lo fisgonean. Los cocineros consagrados les temen más que a un nublado, y alguno hubo que se suicidó por perder una de las estrellas de la clasificación.

Los inspectores olímpicos que andan estos días por Madrid me recuerdan un poco a los de la Michelin, pero son mucho menos discretos. Les gusta que les vean, les agasajen, y les hagan la pelota. El chef alcalde ya no sabe qué hacer por seducirles. Por ejemplo, ha empapelado hasta el mismísimo Palacio de Telecomunicaciones, futura sede de la Alcaldía, con sus mensajes olímpicos de "Tengo una corazonada". Desde que la fuente de Cibeles sirve para que media plantilla del Real Madrid se encarame a las narices de la diosa y celebre sus triunfos pisoteándola, le hemos perdido el respeto al patrimonio cultural. Así que si os encontráis una pegatina olímpica en el cuadro de Las Meninas, sed comprensivos con el alcalde: es que el hombre anda muy necesitado. No se nos vaya a suicidar.

Tengo una corazonada

Tengo una corazonada

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