Fuego amigo

La noticia no es Haití, sino el hombrecillo insufrible

TVE se había merecido, con su telediario segundo, el honor de alojar al más objetivo de todos los informativos del mundo, desbancando incluso a los ya míticos de la BBC británica. Una vez superada la edad oscura de aquellos ocho años en que los gobiernos de Aznar degradaron a la televisión pública a la más exquisita basura informativa, sólo superada por algunas televisiones autonómicas que yo me sé, los españoles volvimos nuevamente los ojos a este servicio público como referente de calidad y objetividad (recordad que la objetividad es la suma de muchas subjetividades).

Y luego vino la nunca explicada destitución, camuflada estúpidamente bajo la apariencia de dimisión, de Luis Fernández, cuyos tres años de presidencia de RTVE servirán de modelo y referente para generaciones futuras de profesionales de la información.

Ahora tenemos una televisión pública, al menos, rara. Desaparece la publicidad comercial de sus emisiones, pero se puebla de autopromociones, quizá para que los varones españoles no perdamos la higiénica costumbre de ir al baño con la frecuencia que nos exigen nuestras maltratadas próstatas. Para tripular esta nueva radiotelevisión "por los mares de las nuevas tecnologías", se nombra a un presidente octogenario cuyo conocimiento del medio es parecido al mío sobre la vida sexual de las ballenas. Y luego pasa lo que pasa. Los telediarios empiezan a confundir las noticias con la nostalgia, la objetividad con los recados, la celebridad con la fama.

En tan sólo tres días seguidos, cuando los telediarios dedicaban más de la mitad de la emisión a la tragedia de Haití, hubo tiempo suficiente para servir tres noticias importantísimas: que Aznar había visitado la Asamblea de Madrid por primera vez, que al día siguiente había acudido a los desayunos de TVE para impartir doctrina (lo que ocupó varios minutos de telediario, espolvoreados con su insufrible y ridícula caspa intelectual), para pasar al día siguiente a ser la figura central del acto en memoria de un tal Ordóñez, un chico que militaba en su partido, y que murió asesinado por ETA hace 15 años, detalles nimios por los que Aznar no estaba dispuesto a que le robaran protagonismo. Es decir, para TVE el hombrecillo insufrible era la novia en la boda, el niño en el bautizo, y el muerto en el entierro.

A estas alturas, creo que ya no es necesario que Luis Fernández nos dé explicación alguna sobre su cese. Ha vuelto el hombre.

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