Fuego amigo

Sienta un parlamentario a tu mesa

................................................................................................................................................................

Ser pobre es un pésimo negocio. Por eso los estudiantes, los parados y los que se quedaron sin casa en el terremoto de L’Aquila de 2009 salieron a la calle para exigir violentamente a Benito Berlusconi parte del pastel del estado de bienestar, no tanto como representante del poder político como por lo que él supone de símbolo de la riqueza insultante que sólo se puede acumular a costa de la desigualdad social.

Pobre Italia. No pongo en duda que en todo régimen democrático se compran las voluntades de los políticos, como ha quedado de manifiesto en el apoyo de PNV y CiU a los Presupuestos Generales del Estado. Pero en Italia todo es excesivo: allí el presidente/empresario se libró de una moción de censura bajo la sospecha de haber comprado con dinero el voto de unos pobres parlamentarios de la oposición. Se abrió paso hacia el triunfo haciendo caridad, talón en mano, como es norma en el mundo empresarial. Sin necesidad de maquiavélicas negociaciones políticas, con la más desvergonzada manera de confundir el bienestar público con el particular.

Y en esa Italia de los excesos, una aldea de irreductibles curas resiste al invasor. El Vaticanix, la casa refugio de los desheredados, ha salido al rescate de esos indigentes que el más genuino representante del capitalismo desvergonzado va dejando tirados en el camino. El Papa, vestido informalmente de seda salvaje de color blanco, botonadura de nácar, y calzado de zapatos burdeos de Prada, anuncia que va a compartir su almuerzo navideño con un grupo elegido de menesterosos. De postre, una bendición papal confitada en salsa de avemarías y espuma de orapronobis.

En estos casos es cuando más lamento ser rico, no vivir en una tienda de campaña en L’Aquila, y perderme por ello la experiencia mística de ser invitado a almorzar un bocadillo de caviar bajo el techo dorado de aquel monumento a la riqueza y al poder.

Si el dios de Berlusconi y Ratzinger existiese les juzgaría por el sentido de sus limosnas. Hasta en eso tienen suerte.

Más Noticias