En los golpes de estado modernos, lo primero que toman las tropas sublevadas es la radio y la televisión. Queipo de Llano, el general golpista que llegó a ser conocido en la guerra civil como el virrey de Andalucía, sin duda el más cruel de los sublevados, pasó a la leyenda gracias a la sabia utilización del terror, apoyándose en la emisión de soflamas y amenazas desde la emisora Unión Radio Sevilla, más que en el escaso número de tropa con la que contaba al principio. Los nazis elevarían luego a obra de arte el control de la población mediante el control, también, de los medios de comunicación.

Ese pequeño nacionalista que todos llevamos dentro es el caldo de cultivo del actual panorama de radios y televisiones autonómicas, ejemplo de manipulación descarada, a veces cómica, de los medios públicos al servicio del poder. La España de las televisiones es una juerga de pelotaris y dantzaris, de bailarines de sardanas, isas y muiñeiras, de cantaores y bailaores de sevillanas, de baturros y toda una fauna folclórica al servicio del nacionalismo de cartón piedra.

Excepto en los informativos. Es en ese espacio y en este tiempo cuando la maquinaria política del dueño de la cadena pierde las formas para convertirse en la correa de transmisión de los mítines y en la loa desbocada de los líderes. En algunos casos, como en Madrid, sin límites. Unir las imágenes de Zapatero y Rubalcaba al logotipo de ETA, como acaban de hacer en los informativos de Telemadrid, es el renacimiento del espíritu golpista de Queipo de Llano, camuflado en la figura de Esperanza Aguirre y su lacayo en la televisión autonómica, el director de los Servicios Informativos, Agustín de Grado.

De grado o por fuerza, no renuncian a seguir utilizando el terror contra nosotros. Aunque antes creo que conseguirán matarnos de vergüenza.

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Meditación para hoy:

La república ha muerto. ¡Viva la República! Si sueñas con la Tercera, empieza dándole al botón.