Fuego amigo

Cada día me siento más joven

 

Un diario de tirada nacional que todavía mantiene en sus páginas dos reliquias informativas en período de extinción, como son la publicidad de la prostitución organizada y la información sobre otras corridas, como las de toros, mostraba el otro día su disgusto por el sesgo que está tomando el mundo del toreo, al que ve en "peligro inminente". No porque el comentarista haya caído en la cuenta de que alancear, banderillear y desangrar un toro en el ruedo no es arte, sino tortura. Es que, por lo visto, los toros, en lugar de acudir al "engaño" como animales estúpidos, ahora "son cabestros con malos modos", y los toreros, "unos vulgares pegapases". Tanto irritó al diario la lidia de la Feria de Abril de Sevilla, que se teme la desaparición inminente del arte del toreo.

 

Son las molestias del progreso. Cada vez se cierran más plazas de toros, como ocurre con los seminarios, por falta de público, porque los jóvenes, la generación de relevo, pasan de la Fiesta, de esa fiesta, y de la otra, la fiesta de la misa dominical.

 

No lo digo yo. Lo dice el Instituto de la Juventud, que ha detectado que solo uno de cada diez jóvenes españoles cumple con su obligación semanal de asistir a misa. Una caída en picado, pues hace nueve años la proporción de jóvenes practicantes era de tres de cada diez. La que está liando Zapatero.

 

Las congregaciones religiosas españolas se ven obligadas a pescar entre los que huyen de la miseria del Tercer Mundo. Y los toreros hacen el camino inverso, con Latinoamérica como refugio. La humanidad avanza, y el progreso y el futuro está en manos de la juventud. La cultura termina siendo como un pesticida para las plazas de toros y las iglesias.

 

Cada día me siento más joven.

 

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