Fuego amigo

Consume o revienta

 

En mi particular campaña por lograr que mis amigos abandonen sus vicios, como el de asistir a misa, fumar tabaco o coger el coche para ir a comprar el pan, algo no funciona según lo previsto por la lógica, porque vengo observando que solo el vicio mueve el mercado, mientras que la virtud no hace más que agravar las crisis económicas.

 

En el caso de la Iglesia, según sus adictos se iban desenganchando del humo del incienso, desertando de los seminarios y de las misas de doce, el Estado tenía que incrementar, como compensación a la disminución en el consumo de hostias, del 0,5 al 0,7% la recaudación por IRPF, para así colaborar a mantener la estructura de esa legión de miembros improductivos, seguidores de doctrinas esotéricas, en lugar de destinarlo a investigación científica, por ejemplo.

 

En cuanto al tabaco, cada vez que redimo a un amigo de sus malos humos, me consume a continuación la mala conciencia porque siento como si ese robo de clientes estuviese amenazando a los estanqueros y hosteleros, columna vertebral de nuestra economía, para quienes, al parecer, nuestra salud y bienestar son su ruina, paradoja que también consume el alma patriótica del Partido Popular.

 

Por más que nos advierten de que la culpa de la crisis la tenemos nosotros por no consumir más, preferimos ahorrar y engordar con nuestra actitud a los banqueros, antes que atender a la sagrada defensa de España. A mis amigos ya no pienso darles más la lata con eso de que el automóvil es el culpable de la contaminación del aire que respiran en su ciudad, de su exceso de colesterol y de su hipertensión por su vida sedentaria, porque por mi culpa las ventas de coches han descendido un 37,5% en la primera quincena de mayo.

 

Es terrible, pero he llegado a la conclusión de que toda receta contra la crisis resulta fatal para la salud y el futuro de las especies que habitan la Tierra.

 

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