Fuego amigo

No me fío ni del sentido común

 

Entre las reivindicaciones de los movimientos ciudadanos nacidos al margen de los partidos políticos, agrupados bajo el nombre genérico de Indignados, sobresale un clamor: que la vida política necesita una regeneración ética, al servicio del bienestar de los ciudadanos y la justicia distributiva, libre de las cadenas de los poderes económicos que intentan y consiguen suplantar a los órganos del estado elegidos democráticamente.

 

Mientras los políticos discuten qué será mejor para sus partidos, que no para el país, si un adelanto electoral o dejar que se agote la legislatura (y nosotros con ella), los indignados intentan explicar desde sus laboratorios de ideas que el debate no es de tiempos, sino ético, de actitudes ante los retos del capitalismo agónico del siglo XXI.

 

Posiblemente, entre los programas electorales que se están elaborando en estos momentos, o sea, las promesas por escrito a incumplir en los siguientes cuatro años, será imposible, y hasta suicida, ignorar buena parte de las reivindicaciones de estos movimientos, aunque sea tan solo como estrategia, como jarrón chino que adorne el decorado.

 

El sentido común, que no digo que sea el acertado, nos lleva a que, estando ya todo el pescado vendido, por mucho que se pongan las reformas pendientes como disculpa, los razonable sería adelantar las elecciones al final del otoño. Pero una duda me corroe: y es que Aznar y Rajoy piensan lo mismo que yo. Que viene a ser algo así como cuando la banca dice trabajar por nuestro bienestar.

 

No sé donde falla mi olfato, porque sabemos que lo que es bueno para la banca, para Aznar y para Rajoy no puede ser bueno para la Humanidad. Estoy hecho un lío.

 

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