Fuego amigo

Un pacifismo de diseño

Comentaba ayer con Pericles, de cuyos comentarios siempre aprendo, el conflicto de Líbano que nos ha tenido pegados a las televisiones y radios todo el fin de semana, laberinto de final incierto. Independientemente de que en la base del problema estén las ansias de expansión de Israel, que justifica la anexión ilegal de territorios palestinos alegando curiosamente el derecho a ese "espacio vital" del que hablaba la Alemania nazi, creo que subyace un problema mayor, que actúa como pegamento indisoluble, y que amenaza con impedir sine die la falta de diálogo: y es el protagonismo de las religiones, el protagonismo de los dioses en cada bando.
Es asombroso lo bien que se alimentan los dioses con los nacionalismos (ya sabemos que hasta el de ETA nació en las sacristías). Ellos representan las verdades absolutas, y por lo tanto alimentan posturas irrenunciables, porque la verdad no se negocia. A un partido como Hezbolá, "el partido de Dios", nunca le puede caber la menor duda. Ni la extrema derecha israelí que alimenta a Yahvé está dispuesta a que su dios dé su brazo a torcer. Sus reinos no son de este mundo, así que el planeta se puede ir al carajo siempre y cuando quede claro que dios les tiene reservado un puesto en el paraíso.
El conflicto lleva camino de polarizarse a gran escala. Bush, el que habla con dios, de quien recibe las órdenes de combatir al terrorismo, según su propia declaración, "comprende" la reacción desproporcionada de Israel y justifica como "defensa propia" el bombardeo de población civil en Gaza y Líbano. El otro dios, el del Islam, sopla al oído de los dirigentes de Siria e Irán la necesidad de acudir en socorro de Hezbolá, que a su vez bombardea población civil en la cercana Haifa con el fin declarado de sembrar el terror.
Ambos contendientes luchan contra el terrorismo con los métodos terroristas, y cada bomba destructora es una especie de oración y alabanza a sus dioses respectivos.
Y en el medio, Europa, contemplando por televisión cómo en la otra orilla del Mediterráneo prende la mecha de una guerra generalizada. Ayer, al término de la cumbre del G-8, cada líder político contaba su receta por separado, cuando el sentido común aconsejaba no haber finalizado la reunión sin haber buscado antes una solución de fuerza contundente, en un esfuerzo diplomático conjunto para apagar la mecha. En lo único en que se han puesto de acuerdo es en aprobar una "declaración unánime" para que cese la lucha armada.

El gobierno español ha prometido para hoy una propuesta de mediación que llevará en el bolsillo el ministro Moratinos, después de que Zapatero ya hubiese condenado públicamente las medidas desproporcionadas de Israel. Por intentarlo que no quede, aunque poco margen nos resta después de la espantá de los líderes de los países más influyentes del mundo.
¿Y FAES, ese lugar de pensamiento global, qué dice de todo esto? Pues ayer, en uno de esos cursos de verano organizados para hacer grandes declaraciones para todo el personal, excepto para los asistentes, Rajoy tampoco tenía la solución (bueno, quiero decir que supongo que no tenía una solución distinta a la de George W. Bush), aunque aprovechó para asegurar que Rodríguez Zapatero, tampoco. No se puede consentir, dijo más o menos, que Zapatero haga "un pacifismo de diseño". De verdad, ¿no tenía algo más inteligente que decir, en el mismo día en que había tenido que tragarse el sapo de la encuesta del diario La Vanguardia (una más, vapordiós) que detecta una ventaja de 7 puntos en intención de voto del Psoe sobre el PP?
Bueno, es que si además del inicio de las conversaciones con ETA, el plan de paz de Zapatero para Oriente Próximo tiene una buena acogida, a Rajoy le da algo.
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(Meditación para hoy: ¿Qué problema inconfesable tienen los dirigentes del PP con la paz?)

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