Fuego amigo

El sufrimiento inútil de la tortura

El Tribunal Supremo del Reino Unido ha sentenciado que las pruebas obtenidas bajo tortura no pueden ser admitidas en los procesos judiciales. Ocurre pocos días después de que Condoleeza Rice admitiese en su viaje europeo que las pruebas obtenidas bajo tortura en las cárceles clandestinas de la CIA en Europa tampoco podrán ser utilizadas en juicio, lo que es una forma de reconocer que la tortura es una práctica habitual llevada a cabo por los servicios de inteligencia (¿) norteamericanos.
Los psicólogos saben, en cualquier caso, del poco valor de la tortura como medio de conseguir datos precisos para la investigación. Cuando las convicciones del torturado son demasiado profundas, como ha sido el caso de muchos internados en la cárcel ilegal de Guantánamo, el reo prefiere morir antes que declarar. En otros casos, quizá los más numerosos, el ser humano "canta" cualquier disparate que le pida el torturador con tal de que cese la tortura. Así lo reconocía recientemente uno de los torturadores chilenos de la Escuela de Mecánica bajo el régimen de Pinochet. El Santo Oficio, que utilizó con largueza "la garrucha", "las tinas de agua", "el potro" y otros piadosos métodos de inquisición obtuvo de muchos reos la declaración de ser brujos, de haber hecho pactos con el diablo, o haber yacido con súcubos e íncubos varios.

En realidad creo que, despejada la inutilidad de la tortura para obtener información fiable, su función primordial es la de aplacar generalmente las más bajas pasiones del torturador (existe una modalidad light en el masoquismo) y la de servir de ejemplo público para el resto de la colectividad que pudiera ser objeto de persecución. Los soldados norteamericanos de Abu Grahib fotografiaban sus torturas como una manera de eternizarlas; los cuerpos de los crucificados en la antigua Roma permanecían días a la intemperie para ejemplo público; las hogueras del Santo Oficio eran alimentadas con madera verde para que el condenado muriese lentamente entre el aplauso de la multitud. La tortura, como instrumento de disuasión ha sido siempre el arma más efectiva para las religiones. Un arma de disuasión masiva casi irresistible. Los inquisidores pretendían personificar públicamente en la hoguera la imagen que tantas veces se había plasmado en los cuadros que representaban el purgatorio y el infierno. La tortura como el más aberrante caso de justificación moral. ¿He dicho moral?
Ni siquiera sirve ya de justificación última para dos de los representados en el no menos famoso cuadro del trío de las Azores. Bush y Blair. Ya no hay moral inmoral que acepte a la tortura como el mal menor para lograr el bien superior de la paz, aunque sea para luchar contra el terrorismo ciego.

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