Fuego amigo

La física cuántica ya se estudiaba en el Eclesiastés

Dicen los psicólogos que lo peor de la depresión (la mental, no la económica) es que el enfermo le toma gusto a su mal, que es una dolencia difícil de curar porque el paciente la autoalimenta hasta precipitarse en un agujero negro, porque en realidad no desea "no estar enfermo". Creo que nos está pasando un poco a todos. España está enferma de depresión, alimentada desde sus trincheras por telepredicadores y salvapatrias. Ya no sabemos hablar sin sacar por delante las banderas y los dioses. Hemos perdido la capacidad de reírnos de nosotros mismos, el ingenio lo sustituimos por el mal genio, y el sarcasmo es una parodia de mal gusto en boca de los estúpidos. Y esto sí que no tiene enmienda.
Una vez os contaba que había descubierto que la estupidez humana es un problema que podría ser estudiado bajo la lupa de la física cuántica. Por desgracia, con ella como herramienta, llegaremos a la conclusión desoladora de que la estupidez no tiene solución, por mucho que ya el Eclesiastés (1,15) lo sentenciara hace siglos: Stultorum numerus infinitus est. El número de los estúpidos es infinito.
Os decía entonces que en la física cuántica "el principio de incertidumbre" asegura que no podemos conocer simultáneamente dos variables complementarias como la velocidad y la posición de una partícula. Algo que puede parecernos absurdo, acostumbrados como estamos a los conceptos de la física clásica. Por ejemplo, si el fútbol se rigiera por los principios cuánticos, los partidos serían una rechifla, pues o veías la pelota (la partícula) sin poder tocarla o bien cuando le dieses una patada no conocerías a dónde había ido a parar. No sabrías si habías metido gol o habías matado al juez de línea de un balonazo.

Este tipo de comportamiento podría afectar también al cerebro, lo que explicaría, al fin, por qué tantos necios ignoran su deficiencia: porque hay que ser muy inteligente para comprender que eres un estúpido. Y aquí viene el problema cuántico: ¿cómo vas a ser un estúpido si eres lo suficientemente inteligente para comprenderlo?
Los hermanos Marx atacaban el problema cuántico con otro juego de palabras: "Si nos encuentran estamos perdidos", decía uno. Y Groucho contestaba: ¿Pero cómo vamos a estar perdidos si nos encuentran?"
Así que estamos definitivamente perdidos. O no. O vete tú a saber.

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