Fuego amigo

¿Faltan radares o faltan guardias civiles de tráfico?

Ha muerto en un accidente de tráfico una amiga mía, con su marido e hija, hermana de José Antonio Martínez Soler. Y ha muerto en un fin de semana trágico, un puente en el que perdió la vida más gente que en el mismo puente del año pasado, que contaba con un día más de exposición al peligro de la carretera. Una fecha esperanzadora que estrenaba penas de cárcel para los comportamientos criminales al volante, como el exceso de velocidad o de alcohol.

Yo, que viajo por carretera muchos kilómetros al cabo del año, tengo la impresión de que cada vez hay menos guardias civiles de Tráfico y más radares, una revolución similar a la de los cajeros automáticos de los bancos, que ahorran personal sustituyéndolo por máquinas que no cobran horas extraordinarias.

También he comprobado que, tras un período de observación y recato, los conductores (los más pudientes, con la ayuda de detectores de radares) han perdido el respeto a estos multadores automáticos.

Me cuentan que los guardia civiles, más caros que los radares, los utilizamos, entre otros menesteres, para engrosar la lucha antiterrorista. Un terrorismo que ha matado a un millar de personas desde 1960, es decir un total que no llega a la tercera parte de los muertos en carretera de tan sólo un año. En este que termina, la carretera habrá matado un 2.000% más que el terrorismo renacido.

Antes de que nadie me acuse de mezclar peras con manzanas, como diría la inefable Ana Botella, quiero meditar en alto con vosotros sobre cómo nos conmueven los muertos según su procedencia. Que un estudiante armado de un rifle mate a ocho personas es portada en todos los periódicos. Las decenas de muertos diarios en Irak ni son noticia. A una droga social como el tabaco (15.000 muertes directas cada año en España) le dedicamos una ínfima parte de la atención puesta en la droga maldita de la heroína, que se lleva por delante a 9.000 consumidores ¡en toda Europa!

Pero que se muera una sola amiga en un accidente es como devolverle el alma a las frías estadísticas.

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Meditación para hoy: Ahora que Hugo Chávez ha perdido el referéndum que le mantuvo en perenne campaña de ansiedad electoral durante meses, ha retomado el disfraz de jefe de gobierno, consciente de que no puede andar creando tanta inseguridad jurídica a los inversores. Antes de la consulta popular apenas le faltó el canto de un duro para nacionalizar los bancos españoles. Y es que ante las urnas, los seres humanos somos capaces de cometer cualquier locura. Y si no, ahí tenéis a Rosa Díez, ex socialista, disfrazada de ultra nacionalista en campaña, impulsora de ese partido que todavía no sabemos si es de derechas o de izquierdas, declarando que Marruecos «se sube a las barbas del Gobierno». Rajoy, por ejemplo, haciendo un esfuerzo sobrehumano, se ahoga dentro del disfraz de centrista moderado, mientras Aznar sale con que Zapatero volverá a negociar con ETA si gana las elecciones. Como él ya no necesita disfraz de centrista centrado... 

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