Fuego amigo

Doctor Solbes, ¿es cáncer o sida?

Ahora que por fin la crisis económica ha quedado entronizada como crisis económica, en un esfuerzo de imaginación semántica sin precedentes en los usos políticos, tras su paso por el Congreso de los Diputados, sólo queda aplicarnos en la tarea de buscar el tratamiento adecuado para el enfermo. Según la oposición, estamos ante un cáncer que exige cirugía. El gobierno cree que es un sida, para el que basta con un tratamiento controlado, un mal de difícil curación a corto plazo pero que, con ciertos cuidados paliativos, podremos superar con buena calidad de vida.

Y en esto aparecen las rebajas. Los comercios, que viven a ras de suelo, y pueden, por ello, tomar el pulso diario del ánimo de los consumidores, intentan solidarizarse como pueden con nuestra crisis y activar así un consumo que a su vez ayude a reanimar la economía, que a su vez vuelva a crear empleo, que a su vez encarezca la vivienda, que a su vez tire de la demanda de gasolina, que a su vez dispare el precio del petróleo, que a su vez...

Desde mi observatorio particular, nada científico, veo que las crisis en los países del primer mundo tienen unas características muy distintas a las de las economías de supervivencia. Para empezar, según me cuentan mis amigos tenderos del mercado de mi barrio, la gente no ahorra en cantidad de comida, sino en precio, sustituye el filete de ternera por el de pollo, se consumen más huevos, los pescados pequeños desaparecen a primera hora, y los congelados están haciendo un servicio impagable a los hogares endeudados.

Pero nadie va a las rebajas a comprar filetes. Ayer, los grandes almacenes rebosaban de buscadores de chollos, entre los que se cuenta ese porcentaje invariable de objetos inútiles a un precio irresistible, mientras sus señorías en el Congreso describían el tamaño del desastre. En Decathlon, la catedral del ocio para el deporte y el aire libre, había colas kilométricas para pagar en caja, con carros de balones, trajes de neopreno y zapatillas de marca.

En medio de la crisis, el ocio se revela como un artículo de primera necesidad, más que la comida. A algunos les parecerá un despilfarro, pero yo lo tomo como un salto cualitativo en el estado de bienestar.

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