La economía está basada en el principio sagrado del crédito. Antes, los billetes eran una especie de pagaré, mediante el cual el cajero del Banco de España se comprometía a pagarnos su valor en oro. Era pura retórica financiera, por supuesto, pero hacía ilusión. Los billetes de hoy ni siquiera hacen referencia a su valor en oro, aunque algunos pretenciosos, como el dólar, se encomiendan a dios. In God we trust, en Dios confiamos. Con los años nos fuimos haciendo más prácticos, del dólar ya no se fía ni dios, y nunca como hoy el dinero ha asumido tan cabalmente su función de papel mojado.

La capacidad de crédito, ya sea disfrazado de tarjeta oro, de hipotecario o personal, retrata a la perfección lo que piensan de ti los dueños del dinero. Tú vas por la vida pensando que eres alguien porque has alcanzado la gloria con la presidencia de tu comunidad de vecinos hasta que el director de la sucursal bancaria donde duermen tus escasos ahorros te demuestra que no eres nadie.

Porque crédito viene de la palabra latina creditum, y ésta de credere, o sea creer. Y cuando los banqueros no creen en ti, esta desconfianza suele traer consecuencias más desagradables que cuando es tu pareja la que no te cree que saliste tarde de la oficina.

Estos días supimos que el mercado crediticio estaba paralizado porque los bancos no se prestaban entre sí, por desconfiados, porque ninguno ofrecía al otro el suficiente crédito. Tuvo que venir papá Estado con el billete de aval más grande que conocieron los tiempos para que se restituyese la confianza.

Crédito y confianza son las claves. La gente que no se fía está agotando estos días las reservas de oro del mercado, poniendo en práctica por su cuenta y riesgo la leyenda de los viejos billetes. Los más confiados saludamos la tendencia del euríbor a la baja, el descenso del IPC por segundo mes consecutivo, y las subidas estratosféricas de las bolsas de todo el mundo tras las medidas coordinadas de control sobre el sistema financiero.

Sólo faltaría que el líder de la oposición otorgara el suficiente crédito a Zapatero para que el desasosiego se tornase en esperanza. Que sus palabras de ayer, a la salida de la entrevista en Moncloa, estuviesen dictadas por un sentido de la responsabilidad y no para cumplir con el trámite.
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Por cierto, y como confirmación a nuestras tesis de ayer. Soraya Sáenz de Santamaría, cinco horas antes de la entrevista de Rajoy y Zapatero, refiriéndose a las medidas adoptadas por el gobierno español, en sintonía con sus socios de la Unión Europea: "Reclamamos que la adopción de esas medidas se hagan con control y con transparencia".

Horas después, oigamos a Mariano Rajoy: "El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se ha comprometido a garantizar la transparencia y el control en las medidas excepcionales adoptadas ante la crisis financiera".

Digo yo que el departamento de guiones del PP podía trabajar un poquito más y hacer versiones distintas a lo largo del día para que no parezcan loritos.
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Segunda meditación para hoy:

Dicho lo cual, parece que sí hubo un avance sustancial en la forma de encarar el futuro entre ambas formaciones políticas. Entre los acuerdos adoptados, pinta muy bien la creación consensuada de una "Mesa de Reformas Estructurales" de la economía. Algo que se estaba convirtiendo en un mantra entre todas las fuerzas sociales cada vez que venían mal dadas. Reformas estructurales que cimenten el progreso del país sobre bases más sólidas (no precisamente los cimientos de la construcción), con un crecimiento del I+D+i que haga a España más competitiva y menos inmune a la destrucción del empleo.