Nadie parece saber a ciencia cierta (pues la economía cada vez se parece menos a una ciencia y más a las recetas de la bruja Lola) cómo acabará todo esto. Lo que sí parece un sentir universal es que después de esta crisis ya nada volverá a ser lo mismo.

Hay quien compara la importancia de esta crisis con otros sucesos históricos que acabaron dando un vuelco a las relaciones entre estados. En 1945 la Conferencia de Yalta sirvió para que las potencias mundiales configuraran un nuevo orden político internacional, que trajo la guerra fría como subproducto no deseado.

En 1946, comenzaban a funcionar el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, consecuencia de los acuerdos de Breton Woods de dos años antes, una especie de Yalta de la economía que acabaría entronizando el dólar como patrón, como moneda internacional, y que se suponía alejaría para siempre el fantasma de una depresión como la del 29. Por encima de ambos hitos la historia pasó como elefante por cacharrería.

En esta tercera situación de extrema tensión internacional los líderes mundiales no están para desfiles militares, y hasta Mariano Rajoy I, El Socialista, se impacienta por reunirse con Zapatero. Siguiendo la tesis de Pons, ya anunció que le parece muy bien que Zapatero se vea en París con sus colegas comunitarios, pero que el presidente debe ofrecer garantías de que los dineros destinados a salvar el sistema financiero, en peligro, por cierto, por la torpeza de los colegas neocons del PP, "no son para aumentar los beneficios de nadie". Los banqueros, según el presidente del PP, ya son "nadie". Él, en su viaje al centro ha tomado tal impulso que se pasó tres pueblos hacia la izquierda, y allí comprendió lo que muchos ya nos temíamos desde hace tiempo: que el enemigo del hombre es la banca.

Antes de tomar el credo de los conversos debería aprender de su gobierno hermano de Italia, el lugar del mundo con más fachas por metro cuadrado. Allí, por ejemplo, el ministro italiano de exteriores Franco Frattini, no se mueve ni un pueblo. Y prueba de ello es que nos ha anunciado que la primera víctima de la crisis será el medio ambiente. Es la Biblia de los neocons, primero el mercado, y luego el ser humano. Vino a decir, sin tapujos, que hay que relajar las normas para cumplir con Kyoto porque la industria tiene que ponerse a producir sin miramientos. Y si hay que contaminar más, pues se hace un paréntesis hasta que escampe el temporal. Ellos sí que no engañan a sus electores disfrazándose de izquierdistas peligrosos.

Malas noticias, pues, para los que soñábamos con que esta crisis se presentaba como la oportunidad perfecta para ensayar un nuevo orden económico más justo, en el reparto de la riqueza y en los controles al capitalismo asilvestrado, además de un cambio en la cultura del consumo. Pero Mariano es al fin y al cabo un socialista de hojalata, y Berlusconi, un político empresario. Con estos mimbres vamos a hacer un nuevo orden mundial, o sea, un pan como unas hostias.
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Meditación para hoy:

Desde que la radio de la postguerra pusiera de moda la canción de aquel negrito del África tropical que cultivando cantaba la canción del Cola Cao (hoy sería una letra políticamente incorrecta) la publicidad ha dejado de ser un arte para pasar a ser una ciencia. La realización de una campaña publicitaria tiene mucho de estudio sociológico, con tormentas de ideas en las que se discuten los pros y contras del mensaje.

Yo estuve en alguna, y primero se buscan las palabras clave (en el caso de una compresa, por ejemplo, suavidad, seguridad, ligereza, absorbente, etc.) con las que hacer el cóctel del mensaje final. Hoy todo ese ingenio se ha puesto al servicio de los partidos políticos. Cuando a Rajoy le descubrieron que ahora las palabras clave del mensaje publicitario son "la familia" y "las pymes", se lo ha tomado tan a la tremenda que si se encuentra a Emilio Botín por la calle lo crucifica.

Y pensar que fueron banqueros quienes financiaron el golpe de su añorado Francisco Franco...