Extraños Delincuentes

Quién coño le pone los alias a los delincuentes

'El Solitario'Los alias que acompañan al nombre oficial de muchos delincuentes son como las canciones de moda. Algunos, los menos, se merecen un premio Grammy por su originalidad. Otros son tan carentes de imaginación que no deberían encontrar ni un hueco en aquellas cassetes baratas que se vendían en las gasolineras.

Un reciente caso lo confirma: el de Ana Cameno, una burgalesa que regentaba una joyería en Madrid, pero que presuntamente le interesaba más un kilo de droga que dos zafiros de 500 gramos. Ana, detenida el pasado enero en la operación que permitió desmantelar a las afueras de Madrid el mayor laboratorio de Europa de cocaína, era conocida entre sus socios como ‘La Tetas’. Al parecer, la primera mirada de sus interlocutores siempre se dirigía a esa prominente parte de su anatomía y sus secuaces no le dieron más vueltas a la hora de bautizarla en sus conversaciones.

Lo cierto es que en España, por lo menos en los últimos años, nadie le ha dado más de dos vueltas a la neurona para bautizar a los delincuentes. Que hay uno que va solo a atracar bancos, pues ‘El Solitario’. Que deja un naipe junto al cuerpo sin vida de sus víctimas, pues ‘El asesino de la baraja’. Que hay otro que se escapa de los agentes a la carrera y los deja con la lengua fuera, pues ‘El Gamo’ y a correr. ¿O alguien cree aún que llamar ‘El Dioni’ a alguien que se llama Dionisio es un alarde de originalidad?

Hay que remontarse a la época de los antiguos bandoleros para encontrar apodos sonoros y llamativos. ¡Qué tiempos aquellos en los que recorrían las sierras ‘El Tempranillo’, ‘El Tragabuches’, ‘El Vivillo’ o ‘Pasos Largos’! No sólo sembraban el terror con su trabucos, sino que le ponían un poco de literatura a esto del delito.

Hay que reconocer que en eso de bautizar a sus criminales países como México, Colombia, Estados Unidos o Italia nos ganan por goleada. Por ejemplo, en el primero detuvieron hace poco a un narco que utilizaba el sobrenombre de ‘La Barbie’ simplemente porque era rubio y con los ojos azules. Ya antes habían tenido a un sicario que, dada su eficacia en el arte de mandar al otro barrio a sus semejantes, era apodado ‘Baygon’, como el célebre insecticida, en un auténtico alarde metafórico digno de Góngora.

En EEUU, la patria del show, los mafiosos se apuntan también con sus alias al espectáculo. Hace un par de año caían ‘Mike the Electrician’ (Miguelito el Eléctrico) y ‘Anthony Nighthawk’ (Antonio Halcón de la Noche), aunque la lista en este país es tan larga como pobladas están sus cárceles.

Un poco menos rebuscados suelen ser los que utilizan los etarras. Al los célebres de ‘Txeroki y de aquellos amigos de los animales que parecían ser ‘Josu Ternera’, ‘Santi Potros’ y ‘La Tigresa’, se han unido a lo largo de los años otros ciertamente llamativos: ‘Capullo’, ‘Dienteputo’, ‘Txiribita’, ‘Karakulo’, ‘Txapote’, ‘La Bombi’, ‘Pototo’, ‘El Guindi’... y así un larguísimo listado. Por desgracia, cincuenta años de asesinatos dan para mucho.

El escrito mexicano Homero Aridjis, autor de la novela ‘Sicarios’, aseguraba en este libro que ''los apodos son como un segundo bautismo, una incorporación al mundo delictivo''. En España, está claro, que algunos entraron en el mundo de la criminalidad por la puerta de atrás del baptisterio. A lo mejor más de uno tiene que empezar a ir a las gasolineras para hacerse con las canciones de Camela e inspirarse en esto de los alias.

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