Otras miradas

Se buscan imbéciles para club de fans

Leire Díez

Periodista y experta en Derechos Humanos

Como si de un virus se tratara, los imbéciles se han convertido en perfectos forúnculos allá donde la espalda pierde su bello nombre. Y en España últimamente salen como las babosas en días de lluvia fina a jalear las más putrefactas causas. Y, como me pasa con esos animalitos que reptan y cuya misión no es más que comer los brotes tiernos expulsando babas, no entiendo muy bien cuál es el beneficio en esto que se ha venido llamando el círculo de la vida.

Hace pocas fechas escuchábamos quejicoso a un miembro de La Manada dolerse de que Facebook le hubiera cerrado su club de fans. Sí, en España un nutrido número de imbéciles decidieron loar al tipo que violó a una chica de 19 años en San Fermín y sobre el que está pesa otra actuación similar con una chica de Pozoblanco. No sé si lo que más les mola es que droguen a las chicas, que simplemente abusen de su superioridad numérica y de fuerza para poder abusar de ellas o si, por el contrario,  les atrae el perfeccionamiento de sus planes: organizaban las violaciones como si de un campamento de alta montaña se tratara, sin dejarse nada al azar: la ropa interior, los calcetines y ¡la burundanga!

Imbéciles machistas que han diseccionado la vida de la chica como si el hecho de haber sido violada debiera haber supuesto condena de muerte social, que han redactado titulares machistas que rozaban el delito -y no sólo a la inteligencia y a la vergüenza ajena-. Los mismos imbéciles que, a través de digitales de poca monta, han cruzado la línea de su natural estulticia para convertirse en delincuentes que publicaron los datos personales de la chica incumplimiento las leyes que protegían sus datos.

El machismo mata, y por tanto, me van a permitir que muestre mi intolerancia a una actitud que ha abocado a una auténtica lacra de terrorismo machista que, hoy, ya no pone el contador a cero respecto a las mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas, pero que no acaba de definir con exactitud la magnitud de todas aquellas que son víctimas de violencia machista en cualquiera de sus expresiones.

Imbéciles y puteros que defienden que las prostitutas trabajan porque, como no han estudiado y son vaguetas o feas, pues tiene que comerciar con su cuerpo y son cómplices de que un 70% de mujeres que practican la prostitución en España sea víctima de trata de blancas, maltrato, abuso, vejaciones y asesinatos. Porque los imbéciles patrios, machistas y puteros, nos colocan como el país que más consume prostitución en Europa.

Y, oye, que das una patada a una piedra y te salen esos del PP que apoyan a esa insigne concejala que afirmó que la prostitución debía existir para satisfacer a feos y discapacitados porque no pueden tener otra cosa. ¿Cómo le explicas a quien piensa así que ni la discapacidad ni la fealdad son motivos para maltratar a una mujer y que el mantener relaciones sexuales no es un derecho?

Como si sus palabras no fueran el mejor escaparate de su capacidad de verbalizar aberraciones decidió extenderla a la acción política e intentar reprobar a la concejal socialista que defiende que la prostitución no sólo es una forma de violencia machista, sino que además, es una de las más terribles porque, quienes la padecen, en demasiadas ocasiones están bajo el yugo del maltrato y el miedo.

Y sí, es una muestra de imbecilidad supina intentar reprobar a quien defiende los derechos de las mujeres echándole en cara que acuse a los pinteños de consumir prostitución. Supongo que quien no haya consumido prostitución no se dé por aludido, y el que lo haya hecho, espero que le hierva la cara como le hierven las entrañas a quienes han tenido que padecerlos dentro de sus cuerpos.

Y como; aunque la mona se vista de seda, mona se queda; hay togas -las sotanas merecen un capitulo monográfico- que no pueden esconder la imbecilidad de las palabras de quien pretendió absolver a un padre por haber abusado de su hija porque, según el juez, la niña no mostró signo alguno de encontrarse o sentirse incómoda, intranquila, inquieta o perturbada mientras su padre le metía mano en un autobús urbano delante de quienes le denunciaron.
O toda esa condescendencia con el machismo que, a golpe de mazo, han dejado a las mujeres en manos de sus verdugos, en la muerte segura de los malos tratos, de las amenazas. De todos esos niños y niñas que no fueron suficientemente protegidos porque la injusticia patriarcal hace una lectura del Código Penal que nos sigue sometiendo a la desigualdad y al arbitrio de quienes siguen creyéndose superiores y no iguales.

750 jueces firmaron un manifiesto hace pocas fechas en las que manifestaban sentirse presionados porque la sociedad y los políticos opinaban sobre las sentencias. Señorías, yo firmo un manifiesto para que, jueces como el que ha condenado a Juana Rivas con más dureza de la que hubiera tratado al ex marido en caso de abusar de ella y/o de sus hijos, no se permitan reflejar en una sentencia que una cicatriz en el muslo de una mujer es un elemento de belleza. Circunstancialmente es el mismo juez que se opuso a la Ley contra la Violencia de Género. Millones de mujeres nos unimos el pasado 8 de marzo en el más grande manifiesto para que, entre otras cosas,  las togas no supongan impunidad en el respeto a la igualdad, al respeto, a una sociedad del siglo XXI que ha avanzado y ya no admite que las mujeres sigamos sometidas a legislaciones más propias del medievo.
Esos magistrados y magistradas puede que ignoren que España ha tenido el funesto privilegio de encabezar la lista de países con más sentencias machistas. El premio se lo llevó el magistrado de un juzgado de Vitoria cuando preguntó a una víctima de violación por parte de su expareja a ver si había cerrado bien las piernas para evitar ser violada. En cambio, las mujeres no podemos ignorar semejante grado de majadería porque nos hace daño, porque deja a nuestros violadores y maltratadores libres.

Y, cómo no, tenemos el clásico club de fans de los nostálgicos de la Dictadura, los que se cagan en la memoria de los muertos de la cuneta manifestándose en el Valle de los Caídos acompañando sus absurdos graznidos con los aguiluchos de las banderas ansiosos de echar a volar para no compartir espacio con semejantes especímenes de dos patas que se han convertido en necios. Son los imbéciles que se esconden en perfiles falsos para poder soltar todas las barbaridades que jamás soltarían a calzón quitado, porque no hay nada más clásico que los cobardes defendiendo el abuso y la tiranía de otros. Imbéciles arios y patrios que tienen cabida porque tenemos un país que permite que se haga apología del fascismo desde las instituciones: ayuntamientos e incluso desde los distintos parlamentos y que, además, se les cede espacios televisivos para que puedan seguir sobreviviendo. Tenemos un país que, hasta ayer, condecoraba vírgenes y comparaba el aborto con ETA desde las instituciones que debieran velar por todos nosotros.

Queremos ser un país avanzado, del siglo XXI, pero nuestros imbéciles son palos en las ruedas de una carreta que se desvencija y nos mantiene anclados en los prolegómenos del XX. Es hora de que la máquina de tiempo nos traslade a la sociedad que pueda afrontar los retos del futuro con una ciudadanía que respete, que avance hacia la igualdad con respeto, sin miradas melancólicas a los tiempos pasados en los que los yugos siempre los llevábamos las mismas. Y, para ello, las mujeres volveremos a ser imprescindibles porque nos negamos a que nuestras hijas tengan que estar al arbitrio de los imbéciles de los tiempos de sus madres.
Tan sencillo y tan difícil. ¿Quién dijo miedo?

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