Si nunca has estado en fiestas de Bilbao es probable que no seas ni siquiera capaz de imaginarte la que se prepara aquí. Las fiestas populares de Euskal Herria son autogestión, política, musical y alcohol a raudales. En cada provincia tienen sus propias particularidades, sus personajes célebres, sus rituales, sus chupinazos. Si bien es cierto que todas tienen mucho rollo, la verdad es que para una bilbaína como yo resulta fácil afirmar que ninguna acaba de tener la grandeza que tienen las fiestas de Bilbao. Puedo imaginar la mueca de desaprobación de quienes nunca habéis estado aquí en agosto, pero también el gesto afirmativo de quienes os habéis desgastado las suelas bailando aquí.
Es cierto, y lo denunció hace un par de años Aitor Aspuru en el reportaje Martxa eta borroka reloaded: Por unas fiestas populares radicales para El Salto, que el modelo está en crisis, que cada la política se diluye cada año en el alcohol, que todo ha cambiado mucho; y es igual de cierto, sin embargo, que las fiestas de Bilbao siguen siendo un ejercicio de autogestión sin comparación posible. La Aste Nagusia [Semana Grande] lleva celebrándose desde 1978. Solo las fiestas de 1983 fueron interrumpidas por las inundaciones que destrozaron Bilbao en pleno agosto. Una catástrofe que todavía sobrevuela el imaginario de la ciudad por su magnitud.
Desde agosto de 1978 y hasta hoy, los movimientos populares de la ciudad se organizan en konpartsak que, más allá de organizar las propias fiestas de la ciudad, participan a lo largo del año en la dinamización de las fiestas de los barrios, de San Juan, de los carnavales. No sin dificultades y tensiones con las instituciones, claro. En cuanto pones un pie en el recinto de fiestas, mires donde mires encuentras alguna reivindicación política: el acercamiento de los presos y las presas, la liberación de los animales, la legitimidad de la okupación, propuestas anarquistas, antimilitaristas, internacionalistas; y feminismo. Más de una 20 de konpartsak, vinculadas todas ellas a algún colectivo político, social o cultural, ponen a bailar a Bilbao entre katxis de kalimotxo, bocatas y cientos de pancartas con críticas, sátira y demandas políticas. Seguro que ahora se entiende mejor el por qué de esas tensiones con el Ayuntamiento de la ciudad.
Hay un bocadillo que no tiene rival. El berezi [especial] de Mamiki. No lo apuntes, que este año Mamiki no monta su txosna. Esto quiere decir que la Asamblea de Mujeres de Bizkaia, la organización a la que pertenece la konpartsa Mamiki, no va a levantar en el recinto la estructura temporal [es una especie de caseta] que cada colectivo construye para llevar a cabo sus actividades durante los nueve días que dura la semana de fiestas en Bilbao. Los motivos no han sido comunicados públicamente y tampoco son tan relevantes ahora. Eso sí, dos años de pandemia tampoco ayudan.
Lo relevante es que la Asamblea de Mujeres de Bizkaia ha estado desde 1979 trabajando sin descanso para que las mujeres de Bilbao y las personas LGTBQI+ puedan disfrutar de un espacio seguro en unas fiestas que, por muy politizadas que estén, no han podido garantizar nunca ser un espacio libre de agresiones machistas. Mamiki ha sido un rincón de feminismo y libertad, de ligoteo, de risas, de baile, de discusiones, de encuentros en el baño; de intergeneracionalidad, de interculturalidad; de reivindicaciones y quejas; un rincón de cambios y de cuestionamientos [los primeros años no vendían alcohol], de sororidad, de amigas. Podéis imaginar que no todo ha sido un camino de rosas, que más de 40 años son, eso, más de 40 años.
Levantada sobre los hombros de decenas de mujeres, Mamiki ha sido un referente feminista ante la violencia machista en fiestas. Su apuesta siempre ha estado claro: "un modelo festivo participativo, inclusivo, diverso e igualitario desde lo lúdico y en el que la calle, la noche y el día sean sinónimos de nuevas especies de felicidad y no factores de riesgo para las vidas de las mujeres o las de quienes no cumplan la norma patriarcal". En sus inicios, finales de los años 70, principios de los años 80, los objetivos de Mamiki pasaban por "tener un espacio de expresión de las reivindicaciones feministas y pedir justicia en torno al derecho al aborto" [durante esos años, las feministas de Bizkaia estaban en pie de guerra ante el juicio a las 11 mujeres de Basauri acusadas de abortar]; proponer un modelo festivo al margen del alcohol y lograr financiación para llevar a cabo sus actividades durante todo el año. Durante los primeros años fueron muchas las mujeres que se introdujeron en empleos tradicionalmente masculinizados para poder levantar la txosna: electricidad, carpintería, fontanería.
En Estrategias para la participación de las mujeres en las fiestas locales de la Comunidad Autónoma Vasca, un informe impulsado por Emakunde [Instituto Vasco de la Mujer], se recogen algunas de las estrategias que han llevado a cabo a lo largo de estos años no solo para conseguir que las demandas feministas tengan cabida en el espacio festivo sino para incorporar otras formas de hacer política en la propia organización de las fiestas. En este documento, por ejemplo, cuentan algunas de las rencillas entre Mamiki y la federación que aglutina a todas las konpartsas. No es fácil poner en marcha una organización de tal calibre y hacerlo atendiendo a las dinámicas que propone históricamente el movimiento feminista para hacer política: escucha activa frente a gritos, cuestionamiento de la toma de decisiones en espacios informales, los cuidados en el centro.
No. Este año no comemos bocadillo en Mamiki, pero ojalá fuera eso solo lo que perdemos con su ausencia. Han planteado, eso sí, algunas actividades que se llevarán a cabo en otros espacios festivos, nos han animado a tomar las calles, a bailar y a disfrutar juntas. Lo haremos, claro, pero el hueco que dejan solo lo podemos entender quienes hemos disfrutado de ese rincón de libertad que nos han ofrecido con tanto esfuerzo durante las últimas décadas.
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