Otras miradas

El 23J las feministas también votamos

Rosa Cobo

Profesora de Sociología del Género en la Universidad de A Coruña, teórica feminista y escritora.

El 23J las feministas también votamos
Cientos de personas durante la manifestación convocada por Feminismo Unitario de Vigo, a 8 de marzo de marzo de 2023, en Vigo, Pontevedra, Galicia (España). Javier Vázquez / Europa Press

Estas elecciones de julio de 2023 se presentan como las más complicadas para el feminismo desde que se restableció la democracia en España. Para el feminismo y para las mujeres. Hay diversas razones, pero quiero aproximarme a dos de ellas. La primera es la presencia del neofascismo en el próximo gobierno que salga de las urnas si gana la derecha. Este hecho, sin precedentes, se inscribe en un proceso de mucho mayor alcance: el ascenso de los neofascismos en el mundo y el fin del cordón sanitario a la extrema derecha en Europa. El cuadro es más que inquietante.

Nos hemos acostumbrado con tanta rapidez e inercia a la solidez relativa de una gran parte de las democracias, apoyadas por la existencia de la Unión Europea, que nos cuesta imaginar un escenario político totalitario. Y, sin embargo, cada día parece más probable. La democracia requiere un esfuerzo constante por aumentar –y no reducir- su capacidad de representación. Exige que la ciudadanía no perciba este sistema como algo inútil, innecesario o, incluso, un estorbo. Por todo eso, la democracia no puede dar la espalda a la desigualdad entre hombres y mujeres. La ausencia de políticas de igualdad produce desafección en las mujeres. La prohibición del aborto, la protección de la familia patriarcal y la hiperlegitimación de la heterosexualidad son elementos constitutivos de los neofascismos. Y todo ello, si la extrema derecha llega al gobierno, sería un golpe irreparable a la libertad de las mujeres.

La segunda razón que complica estas elecciones tiene que ver con el actual gobierno. No se puede negar que el ejecutivo ha intentado reducir la desigualdad social y ha hecho buenas políticas sociales, pero tampoco se puede obviar el hecho de que el autodenominado ‘gobierno más feminista de la historia’ no ha sido un gobierno feminista. Ni es un gobierno feminista ni hay una mayoría feminista en el congreso. Para que un gobierno sea feminista debe hacer leyes feministas.

No se han hecho políticas de acción afirmativa ni se ha dialogado políticamente con el movimiento feminista. Solo ciertos gobiernos autonómicos y algunos municipios han puesto en pie algunas políticas públicas de igualdad, como ha sido el caso de Asturias. Lejos de ser el gobierno más feminista de la historia, ha sido el gobierno de izquierdas que menos políticas de igualdad ha hecho para las mujeres. El descontento del feminismo organizado, ese que lleva décadas poniendo en pie vindicaciones y reclamando derechos, el que ha trabajado día tras día con pico y pala, es mucho mayor de lo que puede imaginar la izquierda. Puedo afirmar que nunca había vivido tanto malestar con un gobierno progresista como ha sucedido con este, sobre todo, en los dos últimos años de legislatura. No es mi intención con esta reflexión entrar en debates intrafeministas ni teóricos ni estratégicos, ni tampoco interpelar a quienes defienden posiciones que yo no comparto. Mi intención es interrogar a la izquierda, -a toda la izquierda-, por haber concentrado sus esfuerzos legislativos en otros grupos discriminados y por haber hecho políticas sociales para trabajadores, pero, al mismo tiempo, por haber descuidado a las mujeres. ¿Por qué no hay programas de cualificación profesional para miles de mujeres, autóctonas y migrantes, que no tienen alternativas de trabajo decente cuando sabemos que la mayoría de los salarios de pobreza se concentran en la población femenina? ¿Dónde están las políticas abolicionistas que se prometieron para detener la violencia y abuso de las mujeres prostituidas en burdeles, calles y pisos? ¿Y por qué las criaturas gestadas en vientres de alquiler se pueden registrar legalmente? ¿Por qué es legal que nuestros adolescentes se alimenten del discurso de odio contra las mujeres que vehicula las representaciones pornográficas? ¿Por qué se contribuye a confundir la agenda feminista con la agenda de la diversidad?


La izquierda puede simpatizar con el feminismo y asumir algunas de sus vindicaciones políticas, pero si lo hace es porque hay feministas en su interior que operan como un grupo de presión. Que la izquierda se convenciese de hacer políticas feministas no ha sido un impulso natural que se ha desarrollado por su amor a la igualdad, ha sido la presión de sus feministas y de sectores de mujeres de fuera de sus partidos que se han identificado con esas vindicaciones políticas. De otro lado, la ley de Libertades sexuales ha tenido unas consecuencias tan funestas que el feminismo no ha podido sentir esa ley como propia. Entre otras razones porque organizaciones feministas advirtieron que iba a suceder lo que finalmente ha sucedido. Ni tampoco ha ayudado la escasa disposición del Ministerio de Igualad a dialogar con el movimiento feminista ni a autocriticarse por los efectos de una ley que puede tener el peor efecto posible: disuadir a las mujeres maltratadas de poner denuncias a sus agresores.

Ha llegado la hora de que la izquierda haga políticas de igualdad para las mujeres y se comprometa con la agenda feminista. Sin embargo, como decía Celia Amorós, el feminismo no debe dar cheques en blanco. Queremos compromisos concretos. No palabras vacías de contenido. Independientemente de que haya feministas que con total legitimidad decidan votar a partidos feministas, los derechos de las mujeres exigen que los partidos que accedan al poder político asuman partes de la agenda feminista. Y no solo la izquierda, también el PP. El poder político diseña políticas, legisla y dota de recursos a los organismos de igualdad. Por eso, el feminismo no puede estar ausente del poder político. Si la izquierda se desentiende del feminismo, crecerá el número de mujeres que no se sienten representadas por la izquierda. Y esto no les conviene a los partidos progresistas ni tampoco a las mujeres. Aviso para navegantes: posiblemente las feministas sean imprescindibles para ganar las próximas elecciones.

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