Pato confinado

Nuevas proteínas: una mosca que limpia el medio ambiente y además alimenta

Mosca soldado.
Mosca soldado negra.

Una mosca negra. Soldado. Oriunda de América. Campeona. Minúscula. Superdotada. Vive apenas unos días, copula y cría, y tiene superpoderes.

Su secreto es la magia con la que soñó el alquimista. Capaz de convertir la mierda en oro, usa los desechos que producimos para transformarlos en proteínas de alta calidad. Sus larvas se alimentan con basura y después ellas se convierten en alimento para animales o personas. Se cierra el círculo, es casi esotérico. Bioconversión.

Este es el motivo de que muchos hayan puesto sus ojos en ella. Qué mirada. De mosca asquerosa a maravilla biológica, y quién sabe si en unos años -salto cultural mediante- será considerada un manjar refinado. Como otros insectos, parece la solución de un problema matemático, una respuesta al desafío que se nos viene encima cabalgando como los jinetes del mal: en 2050, según la ONU, tendremos exceso de población para este empequeñecido planeta, sumado al aumento de la contaminación derivada de esa necesidad de alimentar a humanos y animales, incluidas las mascotas.

Con esta mosca se pueden conseguir proteínas limpiando el medio ambiente, y parece un salto cuántico: es justo lo contrario a como lo estamos haciendo. La proteína que consumimos tiene un alto coste biológico. Por eso se dice, tal vez exagerando, que los insectos son el cerdo del mañana, la vaca del futuro.

A estas alturas de la presentación ya es momento de soltar el nombre completo de este díptero braquícero: es la mosca soldado negra, la hermetia illucens, uno de los cinco insectos autorizados por la Unión Europea para su cría en granjas, un sector en expansión.

La mayoría de granjas de insectos que operan en España y Europa lo hacen para producir pienso para animales, alimento para piscifactorías (otro sector en alza ante el declive de los mares), mascotas, cerdos, etc. También para generar abonos. En menor medida llegan estos productos al consumo humano porque existen tabúes y restricciones, aunque empiezan a aparecer harinas, panes, macarrones, snacks... Los modelos de cría de estas granjas se basan en una suerte de economía circular: consiguen los residuos orgánicos que otros desechan y que necesitamos eliminar para convertirlos en proteínas que otros necesitan consumir.

"La actual fuente de obtención de proteínas es inviable", explica Arantxa Brull, que lleva varios años como empresaria en el sector de las granjas de insectos. "Yo me metí en esto porque di con un informe de la FAO que decía que en el 2050 no iba a haber alimento para toda la población. El ingrediente fundamental, tanto en la alimentación humana como la animal, es la proteína. Hoy por hoy, consumimos la del pescado, la animal y vegetal, y como sabes en los mares ya hay más plásticos que peces, las proteínas de carne son las que más contaminan, y la proteína vegetal es un poco lo mismo, se basa principalmente en la soja y el maíz, y se necesita cosechar grandes extensiones, quemando bosques y destruyendo el Amazonas", explica.

Pero las proteínas son necesarias. La piedra que edifica el templo animal. Después del agua, el mayor nutriente. Bendita fuente de vida. Básicas para la formación de músculos, cerebro y otros órganos vitales. Y a un problema o paradoja global llegó ese zumbido local, tropical...

Millones de silenciosas alas capaces de hacer bailar la danza del ocho a los inversores. Un ejército, escudos oscuros que recuerdan a la avispa. Invertebrado enjambre que ofrece lo contrario al actual modelo: poco espacio ocupado, menor huella ecológica y producción de proteínas a mansalva.

"En cuanto a nutrientes, es prácticamente igual que el pescado", según Brull, "similar si comparamos omegas y porcentajes de proteínas". Y es además capaz de reciclar no solo los desechos de lo que comemos, sino también purines, lodos de depuradoras, residuos de cultivos... no parece hacerle ascos a nada.

Un sistema circular. Reciclaje biológico. "Es capaz de reciclar todo el contenedor marrón, porque la gente no recicla bien, mezcla lo orgánico con lo inorgánico, y después no hay quien separe los trozos pequeños. Las larvas sí: se comen lo orgánico, reciclan al milímetro y dejan el resto", afirma la empresaria.

Se trata de un insecto que en principio no es invasor, porque necesita unas condiciones climáticas, una humedad y temperatura concreta, y en los lugares donde se asienta no daña el espacio. "Sin esa temperatura, no pone huevos", asegura Brull. No consume mucha agua. No pica. No transmite enfermedades. No pierde el tiempo en dilemas morales: devora nuestros residuos cuando es larva y después de revolotear un poco en busca de sexo, unos cinco días después, muere. Regresa a la Arcadia. Una vida sencilla.

En comparación al nivel de proteína que llega a dar come poco, pero el problema es que para abastecer al gran mercado se necesitan cantidades ingentes. Y eso son muchísimas moscas, o grillos (otros de los animales utilizados en granjas).

"Es la alternativa más sostenible para la creciente demanda del planeta", asegura Brull. Puede parecer una loca a ojos del vertebrado medio. O una pionera, madre no de dragones sino de moscas guerreras. Armamento ligero contra el cambio climático. "Este bicho es maravilloso, un milagro", afirma con rotundidad. Efectivamente, lo sustenta la FAO: los insectos tienen futuro. Aunque cuando emitió su informe en 2014 no sonaron bombos y platillos.

Volvió el viejo tabú, la emoción primaria, el asco al insecto, el alzheimer atávico de cuando éramos cazadores-recolectores y juntamos por primera vez el fuego y el gusano. "Los insectos están en todas partes, se reproducen rápidamente y poseen tasas elevadas de crecimiento y conversión de piensos, además de un reducido impacto ambiental. Son nutritivos, ya que contienen niveles elevados de proteínas, grasas y minerales", según la organización. A su juicio, constituyen una excelente fuente de alimento en un mundo en crisis.

"Yo me he centrado más en la alimentación animal, de todo tipo, menos de rumiantes, por el problema que hubo con las vacas locas. Es donde hay más mercado porque en España no estamos preparados aún para el consumo directo. Pero podría a llegar a ser como el sushi, que al principio parecía extraño", dice Brull.

Una mosca, saltamontes o gusano nunca sustituirá a un chuletón, pero existen muchos productos procesados que tienen proteínas de irreconocible origen y donde podrían tener cabida si se supera el tabú. Nuevas ideas, como la carne artificial, podrían además aprovecharla. La caja de los aperitivos y complementos está por abrir. La alimentación con insectos y arácnidos, o entomofagia, no es extraña a nuestra especie. Son considerados delicia en países como México- que comen tacos picantes de escorpión a la brasa, por ejemplo- y en regiones de Asia y África.

Es un hábito cultural: habrá ciudadanos de otros países que se sorprendan con nuestros caracoles a la llauna (asados en sus propias babas) o incluso con el conejo o liebre que dio nombre a Hispania (a ojos extraños, una rata invasora que come zanahorias). Por no hablar de cigalas y gambas, que comparten la quitina y el sabor con algunos insectos...

"La ingesta de insectos complementa la dieta de aproximadamente 2.000 millones de personas", según la FAO. Y tiene sus beneficios: por término medio los insectos pueden convertir 2 kilogramos de alimento en 1 kilogramo de masa, mientras que el ganado requiere 8 kilos de alimento para producir 1 kilo de aumento de peso corporal.

Las nuevas ideas como las larvas están allí, esperando engordar con el avance del siglo, girando en su asombroso círculo, aspirando a reducir la presión en el mercado de los alimentos. Algunos deportistas ya empiezan a utilizar estas proteínas por considerarlas limpias y de calidad, sin hormonas o antibióticos. Se están desarrollando prototipos para poder criarlas en casa con la promesa de obtener varias raciones de comida a la semana. Además, "se pueden crear granjas circulares, con insectos que limpien los residuos de los cerdos y que se conviertan luego en pienso para esos animales, un sistema cerrado", dice Brull. Las granjas de bichos requieren de agrónomos y biólogos que cuiden del nuevo ganado.

Las moscas, grillos, gusanos de la harina... vuelan y cantan, se revuelcan. La pandemia también ha impactado en este sector, pero las larvas siguen comiendo, engordando, limpiando nuestra mierda, convirtiéndola, como en el sueño de Paracelso, en oro, en el nutriente básico, la piedra filosofal. Lo hacen como la naturaleza sabe: en cooperación, discreción y eficiencia milimétrica.

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