Rosas y espinas

La ida IDA juega a las casitas

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, durante la inauguración del inicio del curso escolar 2020/21. EFE/Rodrigo Jiménez
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, durante la inauguración del inicio del curso escolar 2020/21. EFE/Rodrigo Jiménez

Isabel Díaz Ayuso, más conocida como IDA por sus iniciales y como ida por sus psiquiatras, es muy aficionada a jugar a las casitas, como todo el mundo sabe. Conocedora de tales querencias, su antigua empleadora del hogar,  la simpática aristócrata Esperanza Aguirre, la instaló en un despacho de la caseta de su perro Pecas para que desde allí desarrollara una encomiable labor como community manager del can. Para los que esbocéis sonrisa irónica, recordaros que seguramente vuestras viviendas no alcanzan los lujos y vistas de la vivienda del perro Pecas, habitáculo que, además, seguramente ha sido erigido sobre una parcela de terreno no urbanizable, pues fina es la condesa consorte de Bornos y Grande de España para sucumbir a la vulgaridad de construir nada legal.

Aquel juego de las casitas entre IDA y Pecas acabó en doble tragedia: Pecas murió asesinado y a IDA unos malvados la convirtieron en presidenta de la Comunidad de Madrid. Lo narraba entre sollozos la propia Espe, en mayo del pasado año, en los platós de LaSexta. La presentadora de Más vale tarde, Mamen Mendizábal, quiso saber de primera fuente si realmente la entonces candidata a presidir la CAM había ejercido como portavoz del simpático cerbero. Y la condesa, que nunca ha tenido pelos en la lengua a la hora de decirle las verdades a la servidumbre, contestó que sí.

--Ahora Pecas ya no tiene voz--, respondió Mendizábal con admirable olfato periodístico.

--Ay, mire, es que a Pecas... ¡lo atropellaron!

--¡Pero qué me dice! Qué disgusto me está dando. Se lo digo de verdad, de corazón --replicó muy profesionalmente Mendizábal, cual si acabara de ser informada del encarcelamiento de Julian Assange o de cualquier otro periodista.

--No sabe el disgusto que me llevé yo, fue tremendo.

Y lo dijo Aguirre, la misma que, en abril de 2014, atropelló a un policía que intentaba multarla por aparcar en doble fila en la Gran Vía madrileña. Hay condesas que, sin ser mismamente de la ETA, sienten más el atropello de un perro que el de un txakurra.

Para mitigar la congoja provocada por el fallecimiento de su antiguo jefe, ese mismo mes de mayo los madrileños de buen corazón nos conjuramos para acudir masivamente a las urnas, y otorgamos a Ayuso la presidencia de la CAM y la Real Casa de Correos de la Puerta del Sol para que siguiera jugando a las casitas.

Sin embargo, un virus chino inoculado en una goma del pelo que IDA estaba usando para hacerse el moño, truncó la felicidad de la joven presidenta, que vio cómo sus amigos de Lezo, Púnica, Gürtel, Kitchen y otros juegos se confinaban en sus casas.

Sola otra vez en el Madrid vacío, sin siquiera el consuelo de poder observar desde su ventana los maravillosos atascos, "seña de identidad de nuestra ciudad, de que la calle siempre está viva", IDA veía marchitarse su flor.

¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.

Y en esto sonó el Himno de España en el teléfono.

--Hola, IDA. Que soy Kikín, el Sarasola. Oye, mira. Que sé que estás muy sola. He pensado que tengo unos aparthoteles vacíos y que si te vienes a jugar a las casitas. Puede ser muy díver. (...) Que no, mujer. Que ya lo pagará el contribuyente, que el contribuyente te venera.

El resto es de todos conocido.

Todo el mundo quiere jugar a las casitas con Ayuso. Hasta los más estirados y circunspectos. Hace un par de días, sin ir más lejos, los almidonados magistrados del Tribunal Supremo le han ofrecido a la presidenta madrileña 3.000 casitas más para que juegue.

La cosa tiene su encanto, y vamos a explicarla para que la entiendan incluso los votantes de IDA y los masterizados por Hardavaravaca. Hace muchos, muchísimos años, en 2013, un señor muy malo con un mechón blanco siniestro que vivía en el Palacio de Correos antes que la niña de nuestros ojos, y que se llamaba Ignacio González y era también el PP, no quería jugar a las casitas con los pobres y vendió los 3.000 pisos de protección oficial al buitre carroñero Goldman Sachs y al azor Azor por 201 millones. A 66.000 euros por piso en Madrid, que aquí es lo que te cuesta la fianza de alquiler de una buhardilla.

Ahora, gracias a estos juguetones jueces, IDA y su Comunidad de Madrid tendrán que recomprarlos, con nuestro simpático dinerito, y yo no sé a qué precio. Dice ella que ni siquiera va a elevar recurso de casación al Constitucional, porque la casación ya no se lleva ni en el final de los cuentos de Disney, pues las princesas son más progres que antes y ya no necesitan príncipes casaderos. ¿Y los inquilinos de los pisos buitreados, eso que fueron arrojados de sus casas o de la posibilidad de ellas? Que no se preocupen, que como Aguado siga tan antipático, IDA necesitará muy pronto nuevos amiguitos. Pero, por favor, cuando la vayáis a ver para jugar con ella y que os dé un pisito, no os vistáis de pobres, que a la cuitada le dan una cosita como entre pena y asco los pobres. Y, colorín colorado, este cuento de ida IDA se ha acabado.

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