Rosas y espinas

Yo no quiero ser el novio de la muerte

Yo no quiero ser el novio de la muerte
Los miembros de la compañía de del Batallón de Infantería Protegida (BIP) "Uad Ras" II / 31, en el Valle de los Caídos.

Nos enteramos por este periódico de que el glorioso Ejército español, ese que solo gana guerras contra los españoles, anda todavía rindiendo pleitesía al alma inmortal del caudillo Francisco Franco. Concretamente, hace nada el capitán de una compañía del Batallón de Infantería Protegida ordenó a sus soldados desplazarse hasta el Valle de los Caídos para que el abad del monumento franquista bendijese su banderín. Ya estamos todos: un abad nacional-católico, un capitán del Ejército español y la momia del sanguinario dictador ferrolano. No se sabe si es cierto que Elvis Presley aun vive escondido en Las Vegas o en Memphis, pero de lo que no cabe duda es de que Franco sí vive aún en España, escondido en todas partes.

Nuestros más conspicuos fascistas nos reprochan a los periódicos sin papel (ni de celulosa ni social) que nos pasemos la vida dando brasa con el franquismo y la memoria histórica, como si el estudio y análisis de nuestro pasado reciente fuera una lacra para comprender en profundidad el éxito de Chanel en el festival de Eurovisión. La ignorancia es la más inagotable fuente de conocimiento. Ya decía Claude Chabrol que la estupidez es mucho más atractiva que la inteligencia, pues la inteligencia tiene límites.

Los franquistas dirán que a quién le importa si una brigada del Ejército se va a cantarle pasodobles a Franco o a la Pasionaria, pues se alimentan de la banalización de su propio peligro. Pero se trata de un acto de violencia, pues los soldaditos enviados a la Cruz de los Caídos cumplían órdenes. O sea, que el que se negara a lamer la pestilente memoria del dictador podría ser sometido a un consejo de guerra o a alguna de esas barbaridades que aún contempla nuestro incivilizado código militar.

Una de las cosas que ha demostrado la eclosión de las redes sociales es la impúdica tendencia del ser humano a universalizar ante el público su estupidez. La gente publica constantemente selfies y vídeos con sus gatitos asesinables, con sus amantes asesinados, con el arroz con cosas que se va a tragar en un tascón turístico apestoso, con sus madres moribundas, con la tarta de su cumpleaños, con su impostada soledad ante una impostada puesta de sol, con sus poemas baratos y con sus sueños carísimos. Hay gente que lo publica todo, como si interesara a alguien la inanidad de su arroz con cosas ante un escote.

Pues en el Ejército español pasa lo mismo, aunque en lugar de arroz con cosas nos sacan generalmente vídeos de exaltaciones franquistas en las redes sociales. Como esta ofrenda del banderín de la brigada al cristo de la Cruz de los Caídos.

Me pongo en el cinematográfico papel de un cabo de dicha brigada con veleidades democráticas, que quizá lo hay. E imagino la violencia que le supone cumplir la orden de humillar su dignidad ante un asesino in memoriam y un cura cómplice del genocida. Esa violencia no hay selfie que la capture ni facebook que la difunda.

Lo mismo me sucede cuando escucho a los batallones de nuestra legión cantar El novio de la muerte. Este mismo Jueves Santo, la cantaron muy públicamente en Málaga para honrar al Cristo de la Buena Muerte, en un acto no exento de oficialidad, o sea, en el que estábamos representados tanto tú como yo, que con los impuestos pagamos a estos legionarios cantores de fascistadas.

E insisto en que estos cantores de fascistadas, también en el Cristo malagueño de la Buena Muerte, cumplen órdenes. Aunque se le revuelvan las tripas por mero paladar musicológico, el legionario ha de sacar pelo del pecho para entonar que pasa de tías y de feminazis, que él es el novio de la muerte, su leal compañera, y ya tal.

Ahora que volvemos a naturalizar la cultura de la guerra cercana, es posible que haya jóvenes españoles que se vean tentados a ingresar en nuestro Ejército. No por patriotismo ni por guerreros ardores, sino porque van a salir plazas para reforzar la soldadesca y porque la propia guerra va a dejar muy frío el mercado laboral, y de algo tienen que comer los chavales. Ya veréis cómo madruga el bombardeo propagandístico en radios y teles cantando las alabanzas de ingresar en el glorioso Ejército español. Me está tardando. En el anuncio, se irán fundiendo primaverales imágenes de dulces y bellísimas sargentas examinando mapas de Afganistán en una tienda de campaña, de apuestos y lavadísimos doctores imberbes curando la lepra a un negrito, de eficientes enfermeros y enfermeras correteando de un blanco pasillo a otro pasillo más blanco. Todo en plan MASH, pero con menos mugre y menos tetas.

El caso es que en ese vídeo propagandístico nunca saldrá el cotidiano capitán de brigada que te ordena, bajo amenaza de arresto o garrote vil o lo que sea, que te ordena ser franquista, asistir a actos franquistas, cantar facistoides cuplés sobre pajilleros moribundos y enamorados. Luego nos quejamos de que tenemos un Ejército fascista. Observando estas cosas, y su impunidad, no sé qué coño demócrata va a desear alistarse ahí. Dejo esto, que me están saliendo esvásticas en los antebrazos, y no sé si será la viruela del mono o mi antimilitarismo.

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