Ruido de fondo

Feliz mundo nuevo

Ya están los de Amnistía Internacional dando el coñazo con los derechos humanos en China. O sea, viene de visita el viceprimer ministro de ese gran país, Li Keqiang, firma no sé cuántos contratos con nuestra banca y con otros sectores estratégicos como la energía, el transporte y el turismo, se compromete a comprar 6.000 millones de ese producto tan despreciado en el mundo como es la deuda española, y a los de Amnistía Internacional solo se les ocurre hablar de ejecuciones sin juicio, de censura, de falta de libertad y de ese Premio Nobel que ni siquiera se dignó a recoger el galardón.

En determinadas circunstancias hay que saber renunciar a ciertas cosas en beneficio de otras. Pero, claro, no todo el mundo vale para bajarse los pantalones, no todo el mundo está preparado para la renuncia estratégica. Ser cínico requiere condiciones. La claudicación es un arte al alcance de unos pocos elegidos. Y además, qué diablos, China está marcando el camino del éxito. Libertad, libertad. ¿Para qué tanta libertad? Mirad cómo está Europa, hecha unos zorros, después de haber dado lecciones de libertad, igualdad y fraternidad durante varios siglos a todo el mundo. ¿Qué es la libertad comparada con un punto básico en la prima de riesgo?

El mundo está cambiando delante de nuestras narices. El comunismo ha dejado de ser comunista, el capitalismo financiero ya no puede ser analizado con las herramientas del viejo Marx; y la libertad ha cedido su primer puesto a la venta de deuda pública en la lista de aspiraciones sociales.

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