Marco Incomparable

Isabel Jackson Preysler

 

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Isabel Preysler

 

 

El pasado martes, la "reina del glamour" cumplió 63 primaveras (madre mía, cuántos significados distintos puede tener la palabra glamour). Con tres matrimonios y cinco hijos en la chepa, está hecha una jovenzuela. Ni una arruga, ni un poco de papada, ni una maldita aleta de murciélago en el tríceps tiene la moza...

 

Supongo que pasar la vida dedicada a ver cómo trabajan los demás, a recibir masajes, a pedir al servicio gulas para la cena, a organizar fiestas elegantes con Ferrero Rocher (si digo que esto es un oxímoron voy a parecer casi culta, ¿verdad?), te da más opciones de mantenerte bien que al común de los mortales.

 

Si además te cuidas de verdad y tienes unos buenos genes, para qué queremos más. El problema llega cuando, después de unas cuantas cirugías, bótox, hialurónico y dios sabe qué más, una empieza a dejar de parecerse a sí misma (¿en qué quirófano se dejó la mandíbula que tenía en las fotos de los años 80?) para convertirse en una especie de copia de Michael Jackson y acercarse más a la fecha de nacimiento que a la del cumpleaños.

 

La peor parte de tener a alguien así en la familia se la llevan los hijos. Chábeli, quiera o no quiera, hace el papel de madre. Enrique Iglesias es el hijo missing. Ana Boyer es la normal, Julio jr. el majete y Tamara, por designación de la biblia del corazón de este país que se llama ¡Hola!, va a estar a partir de ahora obligada a ir rejuveneciendo progresivamente hasta conseguir parecer más joven que sus futuros hijos, si es que algún día los tiene.

 

De momento, Tamara Falcó sigue fielmente los pasos del tontorroneo preysleril: venga de revistas, tele con reality propio, photocalls... Ya tiene alquilada su "pequeña" casa de 120 metros cuadrados para ella solita en pleno barrio de Salamanca de Madrid. Un minipiso "juvenil y alegre" que enseña feliz y que debe de haber decorado su abuelo, por más que ella se empeñe en decir que se ha puesto en manos de profesionales.

 

Rodeada de cupcakes, tartas red velvet y cookies en una terraza que ha dedicado a la Virgen (?) y que enseña a  ¡Hola! mientras retoza en su diván vintage, Tamara Falcó Preysler no se da cuenta, pero para ella empieza su particular cuenta atrás en el tiempo.

 

 

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