Mi televisión y otros animales

Chico conoce chica y Anómalo lo flipa

¡Qué asco me dan los ingleses! ¡Un momento! Este es un inicio de post in media res, con el objetivo de enganchar a los lectores con algo potente, aunque no sepan de qué va. Es un truco barato, pero lo han usado los grandes desde siempre. ¿Recuerdan el arranque de Vértigo, de Hitchcock? Pues eso.  Porque yo sólo copio a los mejores.

Pero para que lo entiendan, debemos remontarnos unos párrafos. Virtualmente hablando, claro: su amigo y vecino Anómalo (a la sazón, yo mismo), curioseaba por Internet cuando se topó con una serie titulada Boy meets girl de un canal inglés y protagonizada por Martin Freeman. Nada que ver con Morgan.

Su comentarista de televisión es acérrimo fans de Freeman desde que lo vio en La guía del autoestopista galáctico y más aún desde que descubrió esa joya que es la versión inglesa de The office. Así que, con la tontería, decidió ver la serie. Pese al título, no es una de esas bobadas que, por lo que sea, protagoniza Colin Firth últimamente. Colin, en serio, ¿qué? En fin, tú sabrás.

Y así es como Anómalo se topa con una de las series más raras que han pasado últimamente por su disco duro multimedia. Este verano comentamos de pasada Drop dead diva. Después de ver Boy meets girl, no le hubiera dedicado ni ese par de párrafos.La historia va del enésimo intercambio de cuerpos, en este caso entre el perdedor conspiranoico interpretado por Freeman y Bob Pop la reportera de tendencias encarnada por Rachael Stirling, de la que me declaro desde ya mismo acérrimo fans también. Vale, el argumento es una basura, esperen a que entre la magia.

Cuidado con los spoilers en este vídeo (hay unos cuantos)

Los españoles hubiéramos jugado una comedia gruesa y los americanos la tontería, el clásico perdedor haciendo mejor del rico y ganando la redención para ambos. Los ingleses no. Hay comedia, claro, derivada de la extraña circunstancia de que un hombre ocupe el cuerpo de una mujer y viceversa. Pero más allá de eso, el tratamiento es realista.

Normalmente no toleraría que una serie así se tomara en serio a sí misma. Pero los personajes están tan bien trazados, tienen tantas dimensiones... Entre la fantasía y los trazos cómicos hay una verdadera reflexión, nada condescendiente y muy amarga, sobre la condición de cada uno. De cómo nuestra intimidad vista a través de los ojos de otro, siempre es una mentira. Las grandes tragedias de un individuo son tonterías a ojos de otra persona. Relativismo es la palabra.

Tampoco es una obra maestra, quizá por lo absurdo del punto de partida. Pero a partir de ahí, el guión crece y aparecen los actores. Perdón, no me he expresado bien: LOS ACTORES. Porque los ingleses son libres a la hora de escribir porque tienen unos ejecutivos y una industria que se lo permite, de acuerdo. Pero sobre todo, son libres a la hora de escribir porque saben que sus palabras las defenderán después unos actores que no se seleccionan por su físico, sino por su capacidad interpretativa. Con esos extraños criterios de selección, es extraño que un reparto pueda calificarse con un adjetivo más pobre que brillante.

Y al acabar el cuarto y último capítulo de Boy meets girl, Anómalo exclamó: ¡Qué asco me dan los ingleses!

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