Tiempo real

Destrucción masiva

Y ahora los obispos quieren no ya proteger a las familias ni a los individuos ni a los embriones, sino a los espermatozoides. El hecho recuerda a aquellos dos pordioseros que, sentados en un parque, se cuentan sus desventuras hasta que uno le dice al otro:
–Mejor sería no haber nacido.
Y el otro, después de unos segundos de reflexión, le contesta:
–Ya, pero ¿quién ha tenido esa suerte? ¿Uno de cada diez mil?

Los obispos (y la verdad es que sorprende su ignorancia) llaman "horrenda" la práctica eugenésica de seleccionar un espermatozoide en lugar de otro, por las razones que sean. Lo que no consideran, a menos que lo ignoren, es que en una eyaculación humana salen al mundo unos 40 millones de espermatozoides. Como en la película de Woody Allen, la trifulca por conseguir fecundar un óvulo tiene lugar en el acto, y es feroz. Por fin uno (a veces dos, o tres, raramente más, y conviene que estén sanos) consigue imponerse sobre sus millones de congéneres y entra triunfalmente en esa tierra prometida del óvulo para plantar bandera y fundar un proyecto de embrión.
Los obispos hablan de "los hermanos a los que se les ha privado del derecho a nacer", pero con esta técnica nadie ha privado a nadie de derecho alguno –a menos que, cacho e’ familia, los 40 millones de espermatozoides de esa eyaculación tengan derecho a ser llamados "hermanos"–.

No es imposible que, en su extraordinaria ignorancia, los obispos vean en el espermatozoide mismo el proyecto de embrión. Hace pocos siglos se pensaba que el espermatozoide era un minúsculo varoncito o una minúscula mujercita, con bracitos y piernecitas y penecito o vaginita, según, todo demasiado diminuto para ser visto con tanto detalle al microscopio, que en esos tiempos no agrandaba mucho la imagen.

Hoy se sabe que, mientras no hay fecundación, no hay varoncito ni mujercita alguna y, si vamos al caso, se sabe que, a fecundación cumplida, el fetecito necesita entre 15 y 45 días antes de que en él aparezca vaginita o penecito alguno. Es decir que, con o sin eugenesia, ni el espermatozoide triunfador ni el embrión tienen derecho a nada, puesto que ni siquiera son varón o mujer hasta bien encarrilada la gestación.
¿Y sus hermanos? "Se joroban", se habrá dicho Madre Natura en algún momento, o quizás Dios en el momento de la Creación. ¡Pues vaya crueldad inhumana!, pero no la de nuestros dos buenos pordioseros, cuya infinita sabiduría y miseria les hace envidiar a ese "uno sobre diez mil" que tiene la suerte de no haber nacido.

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