Todo es posible

Objetos de deseo

Los informes basados en estadísticas tienen un efecto similar al de los horóscopos; en principio, nos parecen de escasa fiabilidad, pero, si nos benefician, los damos por buenos. Nos sorprende que en España –según el informe de la ONU sobre el Índice de Desarrollo Humano (IDH)– se viva mejor que en la media de los países más ricos del mundo, pero, en el fondo, nos lo creemos porque refuerza nuestra tendencia al chauvinismo. Los tres elementos esenciales de nuestro orgullo patrio son las numerosas horas de sol, la belleza del paisaje y la buena calidad de la comida. Frente al resto de los parámetros que mide el IDH somos escépticos y protestones. Nos quejamos de los salarios, la sanidad, el desempleo (en este caso, con razón) y, en general, de la mayoría de los conceptos que determinan el nivel de bienestar o la calidad de vida. Por eso es conveniente que nos recuerden, de vez en cuando, que en España se vive más y mejor que en Dinamarca, Bélgica, Italia, Reino Unido y Alemania, es decir, nos encontramos entre los más privilegiados de Europa y casi al mismo nivel de Estados Unidos.

Lo más útil del informe es que nos compara con los lugares más desfavorecidos del planeta: países tan necesitados de asistencia como Nigeria, donde tienen un 70% de analfabetos y una expectativa media de vida que no supera los 48 años; todavía están por debajo Sierra Leona, Angola, Afganistán y la República Democrática del Congo. Estas diferencias tan extremas propician un aumento de la inmigración. Tomemos en serio la advertencia de Naciones Unidas: o les ayudamos en origen o les acogemos cuando vengan.

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