Una prueba más de que estamos avanzando en la dirección incorrecta es que China, en plena crisis financiera, se ha convertido en el segundo país del mundo, después de Estados Unidos, donde existen más hipermillonarios (individuos que poseen más de mil millones de dólares). La economía china, en muy poco tiempo, ha obtenido un significativo incremento del PIB, lo cual tendría un enorme mérito si se hubiera logrado disminuir el porcentaje de hambrientos. Sucede en China, en India y en los países emergentes que aspiran a ser grandes potencias económicas. Comparten esa maldita idea de la prosperidad que consiste en obtener beneficios a base de especulación y de concentrar la riqueza en pocas manos, sin invertir en proyectos que garanticen una renta mínima para todos los habitantes del planeta.

Este año se ha superado el umbral histórico de los mil millones de hambrientos en el mundo. Se estima un incremento de 105 millones, lo cual significa que casi una séptima parte de la humanidad padece hambre. Si los líderes mundiales no lo remedian, informa la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), vamos hacia el precipicio. Este viernes, Día Mundial de la Alimentación, es el preludio de la cumbre de Roma sobre Seguridad Alimentaria de mediados de noviembre, a la que seguirá la conferencia de Copenhague sobre el cambio climático. El director de la FAO pide a los líderes mundiales que den prioridad a la lucha contra la pobreza. Se debe repetir, si es preciso hasta el aburrimiento, que el hambre en el mundo no es una catástrofe inevitable.