Todo es posible

Beber hasta matar

Es frecuente que un inculpado alegue en el juicio que mientras apretaba el cuello de su víctima "no era consciente de lo que estaba haciendo". Hemos asistido a uno muy reciente donde, por suerte, el juez no ha considerado atenuante la supuesta enajenación del homicida a la hora de asfixiar a su ex mujer. La experiencia demuestra que muchos beben o se drogan para perder la consciencia y aumentar la agresividad, en definitiva, para envalentonarse. Dirán los expertos que esa circunstancia está prevista por la ley, pues si el imputado se emborracha o se droga adrede para cometer el delito, ya no se considera eximente. Es difícil averiguar las intenciones de un agresor que bebe y, a continuación, mata.

La experiencia y las estadísticas marcan una estrecha relación entre el alcohol y la violencia machista. Más de un 40% de dichas agresiones se producen en estado etílico y el 47% de los maltratadotes abusa habitualmente del alcohol. Motivos más que suficientes para que su consumo sea considerado agravante. Incluso, a mi modo de ver, convendría que los legisladores reflexionaran más y mejor para hacerlo extensivo a otros delitos y no sólo a los que perpetra un hombre contra una mujer. Entiendo que un conductor bebido o drogado está cometiendo un delito contra la seguridad vial, aunque llegue a su destino sin dañarse a sí mismo o a los demás. Lo que no concibo es que un peatón que, en similares circunstancias etílicas, arremete violentamente contra alguien, se le aplique una ley mucho más compasiva y benévola. Y, menos aún, concibo que a Gabriela Bravo, portavoz del Poder Judicial, le parezca "peligroso" el endurecimiento de estas penas.

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