Todo es posible

Imprudencia temeraria

Ahora nos sentimos consternados por la muerte de la niña de Tenerife y las lamentables circunstancias que la rodean, pero quien no haya cometido el error de prejuzgar al inocente que tire la primera piedra. Quisiera pedir perdón por la parte profesional que me toca. Perdón por la ligereza, las prisas, la ofuscación, los prejuicios y las imprudencias temerarias que cometemos a veces en defensa del derecho a la información. Algunos colegas están en contra de la autocrítica para no alimentar más a la legión de detractores, empezando por los políticos, que nos quieren fumigar. Pero nuestro enemigo más implacable es el amarillismo y la mejor forma de combatirlo es poner en práctica nuestro propio código ético, antes de que nos lo apliquen con métodos ajenos a nuestra voluntad. La ley francesa es rigurosa en la defensa del derecho a la presunción de inocencia y prohíbe publicar fotografías de una persona esposada, aunque sea el monstruo de Amstetten, antes de su condena judicial.

Se ha recordado mucho en estos días al Falso culpable de la película que Alfred Hitchcock rodó en 1956, basada en la historia real de un hombre inocente acusado de un crimen que no cometió, admirablemente interpretado por Henry Fonda. También se hizo película El honor perdido de Katharina Blum, la novela de Heinrich Böll, cuya protagonista mata al reportero sin escrúpulos que arruina su vida y la de su familia, tras publicar una sarta de mentiras con el fin de lograr una exclusiva. Otro caso verídico que sucedió en Alemania hace más de 35 años. No hace falta cargar más las tintas contra el sensacionalismo. Sobran ejemplos. Como verán, esto viene de lejos.

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